miércoles, noviembre 08, 2006


EL ALIMENTO DEL BLOG


Bueno. Pues parece que poquito a poco va engordando mi bebé. Crece despacio, pero debe ser porque no le alimento muy bien. Como una es de poco comer y de escasa envergadura, ya lo dice el refrán: “De padres gatos, hijos misinos”. ¿Qué se puede esperar?.
De todos modos, quién más quién menos y por poco ilustrado que sea, ya sabe que el alimento de las letras, las artes ó las ciencias no se encuentra ni en los lácteos y derivados, ni en los cereales ni en el pescado azul. Para que un blog -una novela, una pintura ó una columna de un periódico- engorde, es preciso nutrirlo a base de sensaciones y vivencias -aunque la formación y los conocimientos adquiridos no vengan nada mal-. Cuanto más cargado de emociones llevamos nuestro equipaje, más fácil es tirar del hilo de la inspiración. A fin de cuentas, la inspiración es eso, un tenue y delgado hilo que, si logras atraparlo y lo vas enrollando poco a poco, puede llevarte hasta el centro mismo del laberinto imaginativo donde te estará esperando el Minotauro, muerto de risa ó muerto de pena, según el resultado de la urdimbre. Si eres capaz de ganar al bicho en su terreno, puede decirse que ese día has estado “genial”; si es él el que se hace con el ovillo, te facturará fuera del laberinto de un puntapié y ese día –creativamente hablando- no te jalas una rosca.
Llega un momento en la vida de las personas en el que uno, necesariamente, ni es más listo ni sabe más, pero se convierte en todo un experto gourmet en cuestiones de saborear la vida, de exprimirla y estrujarla para, al menos, tratar de obtener de ella el mayor jugo en lo que a placeres se refiere. Y no es que una servidora esté haciendo aquí apología del hedonismo, no. Pero llegado el ecuador de la existencia a muchos nos da por valorar las pequeñas cosas: Sentarse en una terraza ante una cerveza y tomar el sol con los ojos cerrados, salir de tapas con los amigos, no ser reo de intentar caer bien a todo el mundo –es imposible y una idiotez como la copa de un pino-, no obligarte a hacer algo que no quieres y exigirte hacer lo que quieres para buscar el equilibrio necesario entre “el debo y el deseo”... Por eso es preciso que en cuestiones de salud te funcionen bien las pilas para que no tengan que ponerte velas, y que salte algún chispazo amoroso de vez en cuando para que tu espíritu brille aunque la belleza se apague.

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