viernes, noviembre 24, 2006

GLAMOUR



Glamour. Mágica palabra evocadora de mil y una sensaciones que van del perfume caro a la copa de champán, pasando por el deportivo y el tacón de aguja. Al parecer es sinónimo de elegancia, encanto, atractivo, seducción y hechizo. Pero tengo la sensación que está íntimamente ligada al lujo y la distinción en el vestir, aparte de hacer alusión al talante y la personalidad arrolladoras de la persona glamourosa, aspectos por demás incuestionables para no caer en la vulgaridad –"mulos con arneses de caballo" como dijera la buena Mammi ¿recuerdan?, la leal sirvienta de Escarlata, esa especie de conciencia metidita en carnes que siempre ponía en solfa y los puntos sobre las íes a su veleidosa ama-.
Porque decir glamour no es lo mismo que decir elegancia, no nos engañemos. La elegancia es contención, mesura, es “no llegar”, es...quedarse siempre un poquito corta: De perfume, de joyas, de maquillaje, etc. Elegancia es, casi, casi, si me apuran, pasar desapercibida. El glamour no. Cuando decides ponerte de ese modo lo haces para que te miren y no poco, reconócelo. Además de elegancia, el concepto "glamour" contiene una ensayada mezcla de picardía y sensualidad – resultar un poco sexy es condición sinequanon -; unas leves gotitas de insinuación; un halo de tenue provocación; es seducirles a ellos y, subliminalmente, hacerles reventar de envidia a ellas; es, conseguir -sin pretenderlo, faltaría más- que cuando llegas a una fiesta, a los hombres que habitualmente tienen contigo un trato fraterno se les dibuje en el rostro el gusto por el incesto, y a las mujeres que “tenían” contigo un trato fraterno les entren unos irreprimibles deseos de convertirse en las hermanas de Cenicienta, de trocar tu Jaguar en ratón y tu modelo de Valentino en un básico de Carrefour. Y claro, tú eso lo notas enseguida, a tí no te la dan... no hay más que ver las miraditas de reojo de los unos y las otras. Por que en el fondo lo que buscas a través de dicha estética es eso, una sutil y controlada perversión. Sin ir más lejos, yo cuando me calzo el tacón de aguja de la foto, piso de otra manera. Sí, sí... han de saber Vds. que con ellos no sólo me aúpo diez cms. en términos reales, sino que aumento varios metros de autoestima hasta llegar a tocar, a veces, el cielo con los dedos.
Una señora-señora -en el más amplio sentido de la palabra-, aunque vista de Buerberrys, lleve botas de montar y se coloque una camisa de lino -sabiamente desabrochada-, ó una simple camiseta de algodón -sabiamente ajustada- no es tan inocente como pueda parecer a primera vista. Su puesta en escena no es casual. Está tan estudiada y elaborada como la cresta de un punky, (que tampoco es casual, damas y caballeros) se lo digo yo. Créanme, al levantarnos de la cama nadie lo hacemos con el glamour puesto ni la cresta repeinada. Salvo los gallos.

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