miércoles, noviembre 22, 2006

LA GIOCONDA ( Versión Curcubitácea)

La Curcubita Máxima Duchesne sonríe. Siempre sonríe. Tiene un gesto enigmático y melancólico aún no descifrado, en su semblante ambiguo e indefinido. Ignoramos si se trata de un rostro adolescente, femenino ó andrógino. Tampoco sabemos si es una variedad de Curcubita Moschata Duchesne, de Berincasa Híspida ó de Shintosa. Entre otras cosas, porque la mayoría de los mortales puede que entendamos de fútbol, caballos, coleópteros, física cuantíca ó logaritmos, pero somos unos ignorantes en lo relativo a calabazas.
Sus rasgos están levemente difuminados, como si al cultivo de dicha herbácea se le hubiera aplicado en un momento dado la técnica del “sfumato”. Un esotérico diría que tras ella se abren dos vías: La “vía húmeda” ó nirvánica (de regadío) rica en silicatos y bien drenada, que es la que nos lleva hasta el Nirvana; y la “vía seca” ( de secano) que nos lleva hasta el mismo bosque de la alquimia.
Monna Lisa, la gran Gioconda de las curcubitáceas nos ilumina desde su cabezota, esa magna testa de hasta 30 kilos de peso, con una mueca entre meliflua y natural, pícara e ingenua, libre y contenida, a ratos fatal y a ratos sublime, pero siempre exenta de cualquier vestigio de coquetería, erotismo ó voluptuosidad.
En realidad ¿en qué piensa la calabaza?, ¿en el estudiante haragán y fracasado?, ¿en ese ademán lleno de desdén y arrogancia que va directo al corazón del pretendiente?. Humm...misterio. Hay un misterio insondable en su interior, pero eso sí, bien provisto de glucosa, betacaroteno y cabello de ángel.

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