sábado, noviembre 04, 2006

¡¡Por Todos los Santos!!


Es curioso, pero todos los años al llegar estas fechas pienso lo mismo, como pienso lo mismo de las Navidades, cuando llegan, ó de cualquier otro evento señalado en rojo en el calendario. Debe ser que a medida que uno va teniendo cierta edad (¿?), aparte de llevar la mochila cargada de años, la va llenando de escepticismo y de ironía, y la va desposeyendo de rigor y seriedad terminando por hacer chanza de casi todo.Pues bien, mi madre siempre ha sido de las que se han apuntado a la tendencia de acudir a realizar su ofrenda floral a los muertos unos días antes de la festividad, para evitar la masificación y ese tonillo, a veces frívolo -según ella-, con el que se despachan algunos ciudadanos en los cementerios. Una servidora, que siempre le acompaña, tiene ciertos puntos en común con los que están allí encerrados, para qué les voy a mentir: Aparte de la mala salud, una va porque le llevan, la verdad sea dicha, que si no, no iría. Igual que ellos.El asunto es que cuando se aproxima el día de Todos los Santos, el escenario del camposanto cambia de manera radical. Lo distingues nada más entrar, cuando te asalta una mezcla de aromas bien distintos entre sí: El Mr. Propper, el Tenn con bioalcohol, la Neutrex, la Centella...y la Centolla, estoy casi por decir; amén del nefasto “perfume” de los crisantemos y de las dalias (mira qué huelen mal algunas flores...) el del ciprés, que ya es un clásico, y ese imperecedero tufillo a muerto que hay siempre en los cementerios.El bragado familiar de turno del perseverante y tenaz usuario del panteón, cabalga sobre las lápidas, como si de un jinete apocalíptico se tratara, a golpe de bayeta, escoba ó cepillo de gruesas cerdas, fregoteando, bruñendo, lijando, puliendo y, en suma, llevando tras de sí las hojas, restos de flores secas y descoloridas, partículas de polvo y hasta cualquier mal espíritu que pudiera merodear por allí, barruntando, lo que en términos académicos podríamos denominar Sobresaliente Cum Laudem, en la ya famosa y legendaria prueba del algodón.Escorada desde un ángulo –por mi dueño tal vez olvidada- y silenciosa cual Comendador, he visto a algunas personas ejecutar lo que sería indecoroso, sólo pensar, en otras circunstancias que no fueran éstas, es decir, mantener un cara a cara, un tú a tú, con Vírgenes, Crucificados y Querubines, restregando pliegues y repliegues hasta dejarlos limpios y relucientes como la piel de un recién nacido, y convirtiendo el cementerio en una luctuosa sinfonía de abluciones. Qué bonito.Llegado este punto, creo que me he equivocado en una cosa con respecto al blog ( y ya empezamos mal). Al titularlo “Donde me dejas, me encuentras”, en realidad ¿no estaría pensando en un epitafio?. Ya te digo...

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