viernes, noviembre 17, 2006

¡QUIERO SER UN MEJILLÓN!




Efectivamente. Me gustaría ser una “molusca” –aunque fuese comestible- para cerrar las valvas y dejar con un palmo de narices a más de uno y más de dos, cuando no tuviese ni una puñetera gana de hablar con nadie.
¿No han observado Vds. en ocasiones que, queriendo estar solos pensando tranquilamente ó con la mente viajando Dios sabe dónde, siempre viene alguien en plan Indiana Jones –con toda su buena intención sin lugar a dudas-, más que dispuesto a rescatarles de las garras del intelecto?.
A mí me ocurre, de hecho a las personas pelín creativas e introvertidas, cuyo mundo velado es mucho más grande que el percibido desde fuera, nos pasa con relativa frecuencia.
Uno está sentado tan ricamente -con música ó sin ella, eso va en gustos- con los ojillos entornados, procurándose un sinnúmero de pirulas mentales, incluso mortificándose, porque lo de soñar despierto es lo que tiene, que a veces se nos ocurre cada cosa... Pero claro, las hay de cierta naturaleza que sólo son realizables en ese pequeño resquicio intangible que tenemos los humanos, más conocido como “universo de la ilusión”, y no nos queda más opción que dar por buenos dichos delirios.
En estas andamos, sueña que te sueña, cuando llega el colega de turno –en el trabajo, en el bar, en un parque, en el manicomio, en el mismo infierno...- y empieza con el cuestionario, porque podía ser monologuista ¿no? -como una servidora, pongo por caso-. Qué va, al que se sienta a tu lado le entra una repentina vena periodística y te asaetea a preguntas: ¿Bla, bla, bla....bla, bla...bla, bla...bla?. Tú respondes con monosílabos y gruñidos, pero él no se da por aludido, insiste, insiste... Es más, si en esos momentos tienes entre manos un trozo de papel con el que limpiar la diarrea mental que milagrosamente se te acaba de manifestar, y que los bienhablados denominan inspiración literaria; ó una cámara donde filmar aquellas imágenes con las que ya habías soñado y, ahora que tienes oportunidad, no quieres dejar escapar; ó un lienzo donde tus dedos cadenciosamente, sin riendas, cabalgan sobre la grupa de un pincel teledirigido por la sensibilidad..., terminas por mandarlos a todos a hibernar con la triste esperanza de que, cuando regreses, aún sigan ahí. Pero la imaginación es frágil y caprichosa, y no sigue con rigor el famoso aforismo : “Donde me dejas, me encuentras”- por lo que, en cuanto pilla la puerta abierta, suele darse el bote. De modo que te armas de paciencia y concluyes con ese loable precepto de cumplir con una de las enésimas obras de misericordia del catecismo -¿quién dijo que eran ocho?-: "Dedicarle un ratito al pesado de turno".
Y es mejor que te resignes y goces, porque el tipo siempre viene armado de un cuchillo para forzar las valvas del mejillón. He dicho.

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