lunes, noviembre 06, 2006


SUEÑOS

Como todas las noches a la hora del duermevela, las almas abandonaron a sus cuerpos que laxamente descansaban tumbados sobre la cama. Salieron de la habitación y, lo mismo que tres chiquillos huyen tras cometer una travesura, se lanzaron a la carrera por el largo pasillo de la residencia y atravesaron el jardín. Con una inopinada elasticidad saltaron la verja y entre carcajadas se perdieron en la noche.
Visitaron lugares mágicos, se divirtieron, hicieron amigos, se enamoraron, también se desenamoraron, pasaron mucho miedo, sintieron la halitosis de la muerte encima del cogote, ganaron premios millonarios pero se lo gastaron todo en un casino de Las Vegas, pasaron de la infancia a la madurez sin apenas rozar la adolescencia, montaron en un tio-vivo, ella se vistió de Napoleón, ellos de Josefina, en suma... vivieron al límite.
Cansadas de dar vueltas, pero satisfechas, la almas reflexionaron sobre la conveniencia de volver ó no volver a sus cuerpos.
-“¿Qué hacemos? ¿regresamos?”-
-“Por mí, no. El mio está muy viejo y cansado. Me aburro mucho con él”-
-“Yo también. A su lado me siento como si ya estuviera medio muerta... ¿Y si no volvemos?...”-
No hubo respuesta. Cabizbajas, con gesto contenido y avergonzado, reanudaron la marcha.
Despacio, casi a regañadientes, tomaron el camino de vuelta a casa. Al llegar ante la puerta, remoloneando, las tres trataron de evitar ser la primera en subir. Igual que todos los días, arrastrando los pies se llegaron hasta el dormitorio. Cada alma junto a su cama observó el montón de huesos y piel que yacía sobre ella.
Ahuecaron las sábanas y despacito, oliendo aún a alcohol, tabaco, perfume barato y sexo, se acostaron sin hacer el menor ruido al lado de tres cuerpos arrugados que roncaban y olían parecido a tigres bengalíes, es decir, un rancio tufo a sudor y orines mezclado con colonia de baño –si a lo tigres le diera a alguien por ponerles colonia de niño, claro está- . Las almas tiernamente miraron a los cuerpos con aire condescendiente, casi maternal. Enlazadas a ellos velaron su sueño el resto de la noche con resignación. Otra noche más.
Por la mañana, en el comedor de la residencia, al menos tres ancianos comentaron: “Qué mal he dormido esta noche, he tenido una pesadilla.... Soñé que era joven todavía.”-




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