domingo, febrero 11, 2007

EL PENSADOR


Desde bien pequeño siempre quiso ser filósofo.
Donde otros sólo veían un golpe cuando jugaban al balón, él creía ver las estrellas.
En clase nunca estaba atento a las explicaciones del maestro. Él pensaba, los demás simplemente estaban en Babia.
No estudiaba ni hacía las tareas del colegio ¡jamás!. Prefería crear e inventar. El resto de los niños hacían novillos, lo normal.
En la pubertad se enamoró de una chavala del barrio. Nunca se lo dijo, su eterna duda cartesiana acerca de la naturaleza femenina se lo impidió.
Las broncas de su padre no se las pasaba por el forro como todos. Contra-argumentando con lógica intentaba hacerle ver que, a veces, los padres también se equivocan. Su progenitor entonces le arreaba un capón y volvía a ver de nuevo las estrellas, como al principio.
Cuando llegó a la universidad se matriculó en Letras. Quería llegar hasta el fondo del conocimiento, del ser, del no ser, de la causalidad, de la ética, la estética... ¡la cinegética...! y la madre que parió a todas ellas. Por eso, además de filósofo, se hizo cazador.
Acabó sus estudios y, tras mucho reflexionar durante los diez años que le duró una carrera de cinco, se le despejaron muchas dudas llegando a varias conclusiones:

a) Un golpe con un balón sólo es un golpe. Él esférico te pone el hematoma y las estrellas las pone tu imaginación, tonto, que pareces tonto.
b) No por mucho argumentar convences a tu padre.
c) Si esperas conocer lo que encierra dentro de sí una mujer antes de declararle tu amor, no lo harás nunca.
d) A base de pensar y de inventar, lo más fácil es que jamás llegues a nada. Si haces novillos y estás en Babia, tal vez logres algún día ser ministro de cultura.
e) Otros más listos y más formados, que se sacaron la carrera en tres años, no han conseguido todavía llegar a la esencia del conocimiento, del ser y del no ser. ¡Cómo vas a llegar tú, soplagaitas! Ah...y, si sigues dándole a la cinegética sin licencia, en terreno acotado y sin estar abierta la veda, todo lo más que conseguirás es una soberana sanción. Que lo sepas.

Cuando se quiso dar cuenta, estaba casado con una mujer a la que no comprendía en absoluto; tenía un hijo al que llevaba a entrenar a un campo de fútbol todos los domingos por la mañana y por eso no podía ir de caza; además, cuando despejaban una falta y salía despedido el balón fuera del área, siempre aterrizaba en su cabeza -para colmo dejó de ver las estrellas-; su familia no le hacía ni puñetero caso cuando intentaba contra-argumentar, y su creatividad murió de muerte natural (parada cardio-respiratoria decía el certificado de defunción) cuando aceptó aquel odioso y aburrido trabajo en una gestoría.

Todavía al llegar la noche, cuando se acuesta, sigue preguntándose cosas raras y difíciles...qué soy y qué no soy, qué llegaré a ser... Su señora ronca plácidamente mientras su vástago anestesia la fantasía con una Play-Station.

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