lunes, marzo 05, 2007

COMO LLEGAR A FAMOSA SIENDO MODELO

Hete aquí que hoy, escuchando las noticias de la tele, he oído algo que ha suscitado en mi una reflexión. Para variar, no se trata de ninguna de índole político, deportivo, económico, social o cultural. En realidad no sabría cómo clasificar esos espacios dedicados en los telediarios a los desfiles de modas. ¿Moda a secas...? Pues eso.

El presentador, tras comentar un pase de Vuitton, se ha puesto a hablar de una modelo en concreto. Perdonen Vds. que no recuerde su nombre. La chica es alta y delgada como su madre (pero no tiene bigote como su pa-dre- mo-re-ná- sa-la-daaaá) – COMO TODAS-; es rubia –COMO CASI TODAS-; tiene largos cabellos –COMO CASI TODAS-; es muy joven –COMO TODAS- y se contonea cruzando los pies peligrosamente, uno delante del otro –COMO ABSOLUTAMENTE TODAS-.
La modelo para hacer su trabajo no tiene que abrir la boca ni decir nada –COMO NINGUNA-; no tiene que aportar ideas, se lo dan todo pensado -COMO EL RESTO DE ELLAS-; no es necesario que muestre, o deje de hacerlo, su nivel cultural –COMO NINGUNA-; simplemente tiene que seguir una serie de instrucciones igual que una autómata, dejarse acicalar impávida igual que una estatua y ejecutar unos movimientos disciplinados, amén de llevar a cabo unos hábitos de vida semejantes a los de un soldado espartano –COMO ABSOLUTAMENTE TODAS LAS DEMÁS-.

¿Me quiere decir alguno de mis cientos y cientos de lectores, lo que diferencia a esas señoritas entre si, para que, de vez en cuando, salte el nombre de una de ellas a la palestra y esté en el “candelabro”? ¿Qué han visto de especial en la modelo esos ojos de halcón, que se empeñan en dotar de vida y personalidad propias a una jovenzuela de menos de veinte años, estando condenada como está, a carecer de ideas, expresividad facial, libertad de movimientos, hábitos de consumo, criterio y autoridad sobre la propia imagen...etc, etc.?

No se interprete mi reflexión como una crítica hacia la profesión de maniquí ni sus procedimientos, pero resulta chocante cuando menos, que de un oficio cuya esencia es anular la personalidad del empleado para convertirlo en una hermosa estatua -clónica a otro par de docenas de estatuas que conforman un desfile-, se nos quiera hacer creer que “ha nacido una estrella” por arte de birlibirloque. ¿Con qué fin?

Una servidora no quiere ser mal pensada, pero no le queda más remedio que serlo. ¿Que una conocida firma o unos grandes almacenes, por ejemplo, precisan para su próxima campaña de invierno un rostro bonito, famoso y millonario, a ser posible...? No hay ningún problema. Se introduce la mano en la chistera, y entre las “cienes y cienes” de modelos que hay dentro, cual si fuera una liebre, se extrae una bonita brasileña, rusa, lituana o lo que sea... se le infunde un soplo de vida, se le adorna con un exótico apelativo y un abultado currículum que suele remontarse a su tierna infancia – porque aún no le ha dado tiempo a la pobre a tener otro...-, se le hace una buena campaña mediática en revistas, carteles y televisiones –hasta en el “parte” de las tres, ya lo ven-, y en menos que se santigua un cura loco ya tenemos la imagen que, en la próxima temporada, nos saludará -auspiciada y bendecida por alguna marca comercial- desde unos enormes cartelones callejeros y paradas de autobús. Y la chica, por supuesto, tan contenta... pues además de forrarse, resulta que ¡¡está viva!!!

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