domingo, marzo 18, 2007

EL ARTE DE VIVIR VIAJANDO EN AUTOBÚS


Yo comparo la vida de las personas, en relación a sus proyectos, con la corriente de pasajeros que fluye en el interior de un autobús de línea urbana. Algunos permanecen fijos en sus puestos hasta el final del trayecto, otros se apean en alguna de las paradas que hay marcadas en el itinerario. A medida que bajan unos se van agregando otros, renovándose de esta manera el paisaje humano que conforma las entrañas del vehículo. Llegado el momento en el que, prácticamente, ha culminado su ruta, rara vez se suma algún viajero al autobús, por el contrario, es tal la hemorragia de usuarios que optan por apearse de él, que invariablemente le dejan exangüe cuando al fin logra alcanzar su destino.

Pues bien, con los objetivos que nos marcamos en la vida ocurre otro tanto. Al principio proyectamos y proyectamos. Pasado un tiempo, al ver que no cumplimos con nuestras exigencias por distintos motivos: falta de estímulos, de tiempo, de colaboración por parte de quién sea, etc., abandonamos unas aspiraciones y añadimos otras. Unas veces salen adelante, otras veces...no. Lo que está claro es que, a medida que pasa el tiempo y transcurren los años, nos vamos dando cuenta de la realidad de nuestras limitaciones, evitando de algún modo marcarnos grandes retos y eludiendo sobrecargar de planes nuestros propios horizontes. Hasta el punto que, adivinando próximo nuestro fin de trayecto, optamos por liberarnos de cualquier proyecto que no sea vivir “a secas” y por dejarnos deslizar suavemente hasta nuestro destino final.
Puede ocurrir que un vehículo colisione antes de llegar a la meta, llevando su interior plagado de ocupantes, del mismo modo -lamentablemente- que la existencia humana se agota cuando la persona aún está plena de deseos e ilusiones.

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