domingo, abril 22, 2007

EL COMIENZO DE UNA GRAN AMISTAD


Nunca hubiera imaginado que encontrar a M., su mujer, haciendo el amor con el vecino sobre la mesa de la cocina, le fuera a importar tan poco. Después de escuchar coros celestiales que le llegaban en forma de toque de clarín, encendió un cigarrillo y se sentó a fumar delante del televisor. Lo estaba dejando. Desde que conoció a R. en la cafetería de la facultad se hizo el firme propósito de comenzar una vida más sana.
Pero ahora que había terminado su relación con ella de un modo tan brusco y violento, y se sentía como un canalla, prácticamente le daba todo igual.
Así que decidió obviar a su mujer y al amante de su mujer, y se instaló de nuevo en casa, en un pequeño dormitorio –casi un cubículo- destinado a posibles huéspedes.
Le presentó sus respetos al vecino, pues H. ante todo era un caballero, y le habló acerca del asunto de la gotera que preocupaba al vecino del ático.
El del ático llevaba una temporada intratable a cuenta de las dichosas humedades.
Ambos varones se sentaron a departir en el sofá y le pidieron a M. que les pusiera unas tapas y unas cervezas.
Ese, posiblemente, fue el comienzo de una gran amistad.

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