miércoles, abril 25, 2007

OBSESIÓN


H (el hombre) todavía andaba obsesionado con su ex-amante (R). No podía evitarlo. De hecho se le aparecía por todas partes: en el autobús, cuando miraba cualquier escaparate ella estaba en el interior de la tienda, al empujar la puerta de acceso a la Facultad se la encontraba al otro lado... Su continua presencia llegó a ser desquiciante, tanto... que pensó que iba a enloquecer.
La linea divisoria entre la cordura y la locura se hizo sutil, delgada, prácticamente invisible.

Un día, al entrar en la Facultad, viendo que estaba sentada en el hall con unos apuntes de la mano, se le cruzaron los cables (esos cables que, si están bien colocados en nuestras cabezas, hacen que actuemos dentro de la norma, pero cuando se unen, provocan tal cortocircuito que nos inducen a saltar por peteneras).

H con gesto sereno y sin aspavientos, volvió sobre sus pasos hasta un edificio cercano que estaba en construcción, tomó un ladrillo -de los macizos, de los de muro de carga- y con paso decidido, llegó hasta la puerta de nuevo y lo estrelló contra el cristal.

Únicamente cuando incidieron sobre él todas las miradas, se dio cuenta que R no estaba dentro, y que en lo sucesivo habría de valorar la otra opción: poner su cabeza bajo el filo de una guillotina, pues tal vez fuese esa la única manera de alejarla de su vida, de arrancarla de su imaginación.

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