viernes, mayo 25, 2007

EL KAMIKAZE

Aferraba sus dedos con fuerza al volante mientras, zigzagueando, sorteaba todos los coches que le venían de frente. En la radio sonaban canciones en un lenguaje raro e ininteligible para según quién. De repente... ¡el subidón! Lo vio venir embalado hacia él con la fuerza de un tren y esta vez no lo pudo esquivar. Una especie de bola de fuego le ascendió desde el estómago abrasándole, primero la garganta, y luego la cara. Tras el impacto, inmovilizado entre un amasijo de hierros y con el regusto salado de la sangre en su boca, el kamikaze sonrió aliviado cuando, a través de un boquete en el parabrisas y justo antes de deslizarse por un túnel negro y profundo como un pozo, vio unas señales de tráfico correctamente situadas a la derecha en el sentido de su marcha: “Ja,ja,ja... la primera vez que me pillan in fraganti y resulta que el único que va bien soy yo, ¡¡anda y que se jodan!!”

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