jueves, julio 26, 2007

PARLAMENTO EN CLAVE DE GAS




El ujier, sorprendido, se paseaba por detrás del estrado de un rincón al otro de la cámara. Veía cómo los diputados, despojados de sus chaquetas y corbatas, y con los faldones de las camisas por fuera, saltaban enloquecidos por encima de los escaños; se lanzaban bolas de papel confeccionadas con folios de las enmiendas al último anteproyecto de ley; silbaban, cantaban y se revolcaban de risa por el suelo.

Todo empezó cuando el Presidente del Congreso, al hacer uso de la palabra, se acercó al micrófono y, en vez de salir al aire su voz grave, lo que salió por la megafonía fue el sonido de un colosal e irreverente pedo. Lo intentó varias veces más, pero siempre que abría la boca, en lugar de articular palabra...,”prrrrfff”, surgía el ruido de una metralleta aderezado con una buena tanda de gases fétidos. El hombre, corrido de vergüenza, sacudió el mazo sobre la mesa para acallar la horda de diputados incontrolados que se tronchaban de la risa y, entre aspavientos, intentaban que sus fosas nasales, escudadas tras un pañuelo, burlaran el inaguantable olor.
Probó suerte con el micro la Vicepresidenta, un Vocal, varios diputados de un grupo minoritario de izquierdas, un señor de luto que paseaba por allí con un perro, un actor en paro... Nada. Todo fue inútil. La tormentosa pedorrea y los efluvios expelidos y cargados de un fuerte hedor a carburo, hicieron la atmósfera irrespirable. Los diputados del principal partido de la oposición, entre carcajadas, al borde de la congestión y haciendo leña del árbol caído, proferían insultos y descalificaciones al partido del gobierno, a todas luces responsable del lamentable espectáculo que se estaba exhibiendo.
Un buen número de miembros abandonaron el hemiciclo con serios principios de intoxicación eólica, pero los demás –sobre todo los del bando adversario- aguantaron el tirón, más que por el simple hecho del deber, por darse el gustazo de ver fracasar una proposición de ley a manos de sus rivales políticos.

El líder de la oposición, un tipo bigotudo y malencarado y, sin duda, erigiéndose en el Mesías señalado por Yavéh para salvar al mundo de la mierda que salpican los políticos, surgió de la primera fila de escaños rojos, como la Venus de Botticelli surge de entre la espuma. Subió al estrado con la venia del Presidente y tomó la palabra. De su boca brotó la chispa y el ingenio, la bujía que enciende e inflama el corazón de sus correligionarios de pro, la espoleta que prende la mecha de algunas ondas radiofónicas y, que a través de sus megahercios y por la arrabalera boca de sus voceros, arenga a las masas dormidas a la hora del cola-cao, el café, el churro y la tostada.
Dicha chispa, al entrar en contacto con la alta concentración de gases ambientales, hizo explosión, y en escasos segundos, la figura envarada del diputado se convirtió en poco menos que un ninot.

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