jueves, octubre 11, 2007

AFINANDO EL INSTRUMENTO



Irrumpí en el lavabo. Ya sólo faltaba yo. Flautas, oboes, fagotes, clarinetes, trompas, trombones, trompetas y una tuba, me aguardaban enhiestas, allí dentro, expulsando a través de su tubo digestivo una gran profusión de notas desiguales, arrítmicas y anodinas.
Con mi diminuto flautín de la mano parecía un niño. Al verme entrar se produjo un embarazoso silencio y todos dejaron de afinar los instrumentos. Con sorpresa -y conmiseración, diría yo- clavaron sus miradas en mi persona. Yo, sin apenas despeinarme y desposeído de cualquier atisbo de complejo, inicié mi interpretación: un solo de flautín maravilloso que rompió el aire con unas notas poderosas y vibrantes, un auténtico chorro, qué digo chorro... un verdadero torrente de sonido que hizo palidecer de envidia a todos los allí presentes.
Los dueños de los aparatos, corridos y cabizbajos por la vergüenza, guardaron cada uno su instrumento dentro del correspondiente estuche y salieron en fila india del lavabo.
Me quedé allí solo tan a gusto, obsequiándome a mi mismo con un auténtico recital de flautín, "El último con-pis".

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