sábado, enero 19, 2008

CARICIAS


Hoy por la mañana he decidido plantarle cara al frío, ponerme la chupa de cuero, las botas y salir de casa corriendo. Paso por la peluquería, dicen que para esta tarde, pero esta tarde no puedo. Entro en otra, lo mismo. A la tercera va la vencida. Qué quieres, me dice, qué voy a querer, un corte de pelo. Aviso y el que avisa no es traidor, aunque suene a una amenaza lo quiero bien corto y de punta se lleve o no, me da igual. Y Corta, tris, tras, tris, tras... Mientras, veo caer la nieve –tímidamente, eso sí- a través de la ventana, no va a cuajar eso lo sabe un tonto, que estamos en Pucela, hombre por Dios. Y yo me dejo hacer, es tan fácil... la peluquera se aprovecha de mi debilidad y me aplica una especie de pomada en el cabello, se está jugando la vida, que a mi nadie me pone pomadas ni pegamentos capilares, qué manía, dice que el producto es bueno y poco adherente, no sé, la cuestión es que aquí se está tan bien... Me gusta que me atusen el pelo y me acaricien la espalda. La señorita, por lo pronto y por lo que le pago, sólo me revuelve el cabello con los dedos. Ahora busco quien me acaricie la espalda. Pagando aunque sea.

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