jueves, noviembre 26, 2009

LA CHICA DE LAS PIERNAS BONITAS






La chica de las piernas bonitas acude a su cita,
el hombre, cuando la ve,
disimula como puede que se excita.
Intentan hablarse, decirse mil cosas
con atropello, con prisas,
pero el hombre acalla sus frases
con besos, boca contra boca,
sin dejarle espacio ni tiempo
para las palabras ni para las risas.
La chica de las piernas bonitas, bajo su abrazo,
como broca cimbrea su cintura
igual que una espiga de cebada rubia,
y se retuerce entre sus brazos
adoptando el gesto rizado de una pose barroca
o el borde ondulado de una hoja de coca.
El hombre la abrasa al mirarla
con ojos ardientes,
mirada brillante que, cual anzuelo,
se prende en su escote y se enroca,
se engancha a sus senos
como el arpón a la roca.
La chica de las piernas bonitas
se deja llevar a lo oscuro,
y cierra los ojos cuando la aprisiona
el hombre, entre un muro
y su cuerpo rotundo y viril,
antes blando, ahora duro.

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