martes, julio 27, 2010

EL EMBARBUQUEJO






Mi verdugo era hermoso como un río y escaso como el Guadiana, y aunque tenía más de Guadi que de Ana, era mucho más de Ana que de Guadi, y yo sé lo que me digo.
Aparece, desaparece, desaparece y luego no aparece… eso es lo que pasó un día.
Yo me embarbuquejo con su recuerdo, es un recuerdo blandito y confortable, cálido… breve…
La gente de ciencias no sabe lo que es embarbuquejar, los de letras creen que lo saben, pero tampoco. Hay conceptos que escapan al conocimiento de los más eruditos, por otro lado tampoco han llegado a ser nunca conceptos patrimonio exclusivo del pueblo llano, será por eso que jamás han tenido que huir de él y por tanto son inclasificables.
Embarbuquejar es una hermosa palabra que a menudo suele vaciarse sobre alguien: déjame que te embarbuqueje, anda… y el otro se deja abrazar como un tonto permitiendo que unos brazos largos y peludos caigan sobre él y le llenen de caricias, eso es lo que a mí me pasó un día. También puede utilizarse en reflexivo, no en reflexivo de reflexionar, que es como pensar, pues para embarbuquejarse no es necesario pensar demasiado, sólo es preciso quererse. Con los demás pasa tres cuartos de lo mismo, excepto con los verdugos, a ellos no hay que prestarles demasiada atención salvo a aquellos ejemplares de verdugo que nunca atentaron contra la vida de sus víctimas aunque ellos piensen que sí. Cada vez que se produce un fenómeno de similares características, el verdugo Guadina, más de Ana que de Guadi, aparece, desaparece, desaparece… hasta que por fin reaparece bajo mi colosal embarbuquejo.

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