jueves, agosto 12, 2010

¡PADRE!



Siempre que elimino de mi vida aquello que no me sirve, tú aún persistes y sigues en ella, Estastú. Por algo ha de ser. Tus ojos oscuros, los que un día me miraron sólo a mí, forman parte de mi hoy, de mi ayer, de mi mañana, pero sobre todo de mi Nuncajamás. Ellos dos son mis faros, Estastú, y puedes apostar todo tu reino a que es cierto lo que te dije y no miento en lo que te digo. De la necesidad se hace virtud y eso que de la virtud no se puede hacer un neceser, en todo caso con la fe se hace una maleta y con la esperanza un baúl, pero… ¿con la caridad qué hacemos? La que se escribe con “k” suena bien, la otra siempre suena a humillación para quien la recibe. Cuando practicamos con alguien la caridad parece como si le estuviésemos perdonando la vida a ese alguien, y eso está mal ¿verdad padre?-
Le pregunté.

Él se limitó a asentir con una especie de gruñido mientras, distraidamente, roía un hueso. A menudo hablo con mi perro y le llamo padre; eso ocurre desde que un día una tertuliana de la tele, una de esas tipas histéricas que salen en los programas de cotilleo, empezó a largar sobre su padre, tanto largó, tanto largó… que me confundió, y en vez de llamarle perro al perro le dije padre. Suelo tutearle, esa es la verdad. Sólo le traté de usted en una ocasión, y fue aquella en la que le pedí permiso para regresar a casa más tarde de las diez de la mañana, tras una juerga nocturna. Entonces mi padre, furioso como sólo saben ponerse los hombres, empezó a ladrar y a ladrar como un loco, y entre todos decidieron vacunarle contra la rabia y ponerle un bozal.

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