martes, noviembre 09, 2010

AMANECERES DORADOS


Amaneceres dorados,
oscuros atardeceres,
anocheceres cansados,
rotos y desgastados
de tanto haber sido usados.
Reverdecer de seda
en días de café cargado,
estío a la sombra
de un cristal transparentado
y enmarcado en la madera
de un retrato del ayer
aromado con canela.
Citas abocadas
a lucir en color sepia
antes de ser gestadas.
Momento sestero del día,
siesta que me porfía
pues no quiere ser dormida
si no es contigo, a tu lado.
Rubores adolescentes,
libélulas inquietantes
que se alojan en el antro,
removiendo el magma
más profundo de mi alma,
y procurando cosquillas
al techo de mi diafragma.
Ambos, tú yo,
sentados en sendas sillas,
vivimos perennes
sufriendo de esta sequía
igual que estatuas de sal
de esa salina seca
que guardo dentro de mí,
evaporada de tu agua,
estéril lodano de hoy
que va escociendo mi pecho
cada vez que en mi recuerdo
vive fresca la humedad de aquel verano.

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