lunes, diciembre 06, 2010

LLEGADOS A ESTE PUNTO


Llegados a este punto, adopto la firme determinación de dejar de mirarme hacia dentro; visto lo visto es absurdo: por más que uno mira, lo único que ve son faltas y errores, y más faltas, y a falta de faltas, más errores. El auto-escrutinio es interesante, suele ser sinónimo de agudeza, inteligencia… auto-crítica… pero a veces es poco práctico pasarse la vida analizándose uno mismo con la precisión de un biólogo estudiando una célula, o un botánico estudiando una planta. Al final siempre se llega a idénticas conclusiones, al menos en mi caso: hago mucho… ¿pero lo hago bien? Me equivoco, me equivoco… intento remontar y probar otras alternativas, medidas paliativas… siempre me equivoco, me equivoco. Y yo sé de lo que hablo.
Es más rentable –y gratificante- poner distancia entre medias, entre ella-yo y yo, observar lo que hace ella-yo como si no fuese yo y sólo fuese ella, porque a fin de cuentas… ¿qué más me da a mi lo que hagan los demás…? De hecho, me da igual. Mi micromundo se reduce a un puñado de gente que sí me importa, el resto… puedo pasarme las horas muertas contemplando cómo se mueven los demás o en qué dirección lo hacen, que mi ánimo no se ve alterado ni para bien ni para mal salvo que su trayectoria se confunda con la mía y la emborrone. Deduzco por tanto que mi propia observación, la mía, de manera extrínseca, no sé si será más fácil de llevar a cabo que la otra observación, la intrínseca, lo que sí está claro es que será menos dolorosa cuando considere que ella-yo sólo es ella y no yo.
Por lo pronto retomaré el hábito de la lectura, hábito que, procurándome tan buenos momentos, ya tenía en desuso. Hay un libro que me está gustando: Anoche soñé contigo de Gemma Lienas. Pondré distancia entre ella-yo y yo, sólo así seré indulgente con “ella”… ¿indulgente…? ¡¡No!! Seré indiferente, eso es lo que conviene: indiferencia, para obviar sus faltas y no tenerlas ni que disculpar.

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