jueves, febrero 24, 2011

4º poema de "Los quinientos versos que hay en mí"


Ya me alcanza el sol del mediodía
e inclemente aplasta mis ideas.
Sus rayos me acompañan,
prímula profecía de bronce
que el estío certifica
como baño del dios Helios
sobre mi piel dorada,
mis crines plateadas
y mi falda remangada.
Hora infernal del meridiano,
corpúsculo infinito
perdido en el espacio,
trémula inspiración que late
tras las nubes sobre el evo,
es la estrella en que me miro
llegada la noche,
abierta la ventana a cal y canto,
aplacados los ánimos,
dando suelta a los instintos
y abriendo la jaula
al corazón quebrado.
A solas, el amor frente a un espejo,
burlando mi pasado,
hace muecas al presente
y niega en mi el futuro
que el tiempo me ha obsequiado.
Anegado el rostro en lágrimas,
ceñido el cuerpo de sudores
y ungida mi alma
por delirios desatados,
bajo las sábanas doy fe
a mi conciencia de todo cuanto hago,
y rindo cuentas a mi almohada
lo mismo que a un notario.
Así, poco a poco voy cribando poesía,
letra a letra, y voy filtrando
esos versos que me inspiras cada día.

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