viernes, marzo 18, 2011

Con el asunto de Libia


Estaba escuchando yo esta mañana la tertulia matutina de la SER, y no pude resistirme a las ganas de intervenir en ella; evidentemente no lo intenté hacer en directo, pues ni sé si sería factible, ni creo que yo tenga la preparación suficiente y necesaria para medirme con esos sesudos contertulios que proliferan a través de las ondas radiofónicas. Pero, bueno… esto del internet ya es otra cosa, escribimos todo el mundo y, como dice el refrán: aquí firma el Rey, aquí firma el Papa, y en este mundo de mierda sin firmar nadie se escapa. Pues eso.
Una de las tertulianas era una profesora de Derecho Internacional, hablaba muy bien, la verdad, con mucha mesura, sabedora del tema, siempre con la ley de la mano y con el corazón, la razón y la lengua bien salvaguardados de los excesos emocionales y verbales.
Un señor, no diré nombres porque eso da igual, defendía el hecho de que ¡por fin! Naciones Unidas se digne a tomar cartas en el asunto libio. La profesora de leyes le recriminaba suavemente su arrojo y visceralidad, diciendo que si él mismo había confesado en otras ocasiones su condición antibelicista, cómo en este caso se ponía tan bravo en un afán de querer atrapar a Gadafi, quien, por otro lado, tiene la llave que nos suministra el gas…
Yo me sentía totalmente adherida al caballero, y no se me interprete mal, ignoro si el caballero está tan de buen ver como para “adherirse” a él en otro sentido más físico, pero sí… muchas veces viendo los telediarios y los desaguisados a los que conduce una dictadura como la del señor libio, he pensado lo mismo: ¿qué coño hace Naciones Unidas, aparte de cebar a un montón de miembros de distintos orígenes y etnias con un denominador común, vivir a cuerpo de rey, que no pone un poco de orden en todo esto? ¿Eh?
Tampoco me considero belicista y los únicos soldaditos que me gustan algo son esos pequeñitos de plomo, pero entiendo que mi vía preferida para arreglar los asuntos y los debates, por turbios que estos sean, es decir, la de la dialéctica –como ya he confesado más veces-, no funciona cuando lo que se tiene de frente es una bestia parda, un dictador o cualquiera que sólo contempla sus razones e intereses como acertados, y no sólo eso, que está dispuesto a aniquilar a quien haga falta con tal de sostener sus ideas y su poder. En ese caso… qué hacer. También preguntaba el moderador, en esta ocasión a un estratega militar que estaba como invitado, si Naciones Unidas contemplaba la posibilidad de hacer diana en el bunker del dictador y cargar contra sus fuerzas acorazadas. El estratega negaba –de entrada- esa opción… Y yo digo: ¿Y a qué coño va Naciones Unidas si no es a cepillarse al fulano ése…? ¿Dónde hará diana? ¿En un colegio? ¿Un mercado…?
Porque claro, es muy bonito lo de los juicios internacionales y todo eso, pero… mientras llegan y se suceden, incluso después ¿qué clase de privilegios tendrá Gadafi…? Por supuesto, la entendida en leyes se rasgaba las vestiduras y se mesaba los cabellos, la ley, la ley, la ley… hay que atenerse a la ley, no podemos comportarnos como salvajes, nosotros… los salvajes somos nosotros por pensar así, no los dictadores, jajaja…
Bien. Yo siempre he sostenido que los países deben dirimir sus asuntos internos sin injerencias externas de otros países o fuerzas políticas, y lo digo yo, que soy una ignorante y no entiendo, ahora bien, en casos flagrantes de abuso contra una población inocente -y conste que hay, ha habido y habrá desgraciadamente muchos casos como el de Libia-, antes de que se pronuncie una potencia súper-poderosa y omnipresente como Estados Unidos, por ejemplo, y decida tomarse la justicia por su mano, pienso que debería hacerlo la ONU que para eso está, buscando el mayor consenso posible. Supongo que es difícil la toma de decisiones, supongo que eso lleva su tiempo, supongo que hay que ir con cautela, ahora bien… si, como apuntan los legalistas, debemos mirar hacia otro lado ante los abusos, para no incurrir en ilegalidades y para no hacer el bestia, tal vez lo que se debiera hacer entonces sería no enviar corresponsales a los lugares de conflicto, para que cuando estamos en casa arrellanados en nuestro asiento, viendo las noticias, comiendo patatas fritas e hinchándonos a Coca-Cola para eructar, no se nos indigesten a fuerza de ver cómo se oprime a “los rebeldes” de un país que sólo intenta ser libre –qué ocurrencia…-, mientras el resto del mundo contemplamos impasibles cómo son pisoteados.
Digo yo que si miramos hacia otro lado para no ver las soluciones que no nos gustan, también deberíamos hacerlo para no ver los problemas que no nos gustan ¿no?

No hay comentarios: