lunes, abril 25, 2011

SUEÑOS, SUEÑOS SON

Los sueños, sueños son… o eso dicen. Lo cierto es que los sueños nos suelen poner a veces contra las cuerdas, no en vano se construyen a partir de distintos ingredientes: algunos de ellos son las fantasías, irrealidades absurdas que, por lógica y por su propio peso, caen y son insostenibles, de tal manera que cuando uno se despierta y recuerda dichos episodios, siente risa, desasosiego, pena o miedo, pero también siente alivio al saberse despierto y comprobar cómo se destensan los músculos y cómo se aflojan los esfínteres, todo de un modo muy natural; otros de esos ingredientes son los que forman parte de nuestra realidad, es todo aquello que nos ocurre a diario, que no tiene nada de extraordinario y que, además de intervenir como suceso cercano en nuestro acontecer, interviene como delirio o ideación, aunque tal vez sería mejor identificarlo como reminiscencia latente, en todo caso sirve como sólido aglutinante, el más sólido de todos cuantos toman parte en nuestros sueños; otros, serían los deseos incumplidos… ahí están “ellos”, montando guardia como centinelas y recordándonos que sólo somos mortales, y que lo más parecido que tenemos con los dioses puede ser el cabello, las uñas o los mocos, pero nada más… que hay cosas que se nos escapan de las manos, o que se deslizan por entre los dedos como si fuesen arena de desierto o el agua de una fuente, así le decía yo a un amigo hace tiempo, y el me decía, amén; por último, yo incluiría los temores, sí… los temores, al igual que los deseos, son irreales en tanto que pertenecen a otra dimensión, a la de los “posibles pero no probables”, pero son reales desde otro punto de vista… es decir, de algún modo hemos tenido con ellos –con los deseos y los temores- alguna toma de contacto, pues sólo así podemos conocer si algo deseamos o tememos. Bien, agítense todos los ingredientes en una coctelera, que bien pudiera ser la que aloja nuestro cerebro, mézclense enérgicamente los productos mientras dormimos, ese aspecto es muy importante a tener en cuenta, pues si estamos despiertos lo que nos ocurre es otra cosa que no se llama sueño, y el resultado es algo mágico que puede o no gustarnos, según se aproxime o no a nuestras aspiraciones y anhelos, en todo caso sorprende averiguar cómo dicho suceso, momento onírico, nos ha tenido buena parte de la noche –o del día, depende de cuando se haya desarrollado- a su merced, completamente postrados a los pies de los caballos y sin voluntad, empeño o fuerza para controlarlos. Es curioso esto de soñar.

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