Siento en sueños tu presencia,
te presiento,
y en mis caderas tus manos siento.
Dedos que rozan mi piel,
manos de artista, de músico, malabarista,
exactamente de pianista,
y entre los dos, tu instrumento.
Labios que recorren mi espalda,
mis senos, mi cara, mi pelo,
el lóbulo de la oreja y mi garganta.
Calor, ventanas abiertas,
fuera sábanas, sudor en la almohada,
un vaso vacío sediento de agua.
El delirio del recuerdo,
notas de blues que rozan, atraviesan
y horadan la nostalgia.
Noches en vela, erotismo fantasma,
sexo adaptado a formato alma,
pasión y entrega
y el espíritu de Eros en la brega,
coches que anuncian el despertar,
el silencio y la vuelta a la realidad,
mi lacerante soledad.
Nada más ha sido un sueño,
menos mal que ha sido un sueño,
un acto de amor sin dueño,
tu ausente presencia presiento,
y en mis caderas, tus manos,
siento que mi piel abrasan.
No sé qué pasa:
aquí no hay nadie más que yo
y mis circunstancias.
Miro al techo, cae la casa,
como un titán la levanto,
y, aunque curada de espanto,
vuelve a empezar el día,
vuelvo a soñar despierta
como antaño, como ayer, hoy todavía…
y aguardo a que llegue la noche
para sentir tu ausente presencia,
tan fría, tan inerte,
como tus dedos de artista,
de músico, malabarista,
exactamente de pianista.
te presiento,
y en mis caderas tus manos siento.
Dedos que rozan mi piel,
manos de artista, de músico, malabarista,
exactamente de pianista,
y entre los dos, tu instrumento.
Labios que recorren mi espalda,
mis senos, mi cara, mi pelo,
el lóbulo de la oreja y mi garganta.
Calor, ventanas abiertas,
fuera sábanas, sudor en la almohada,
un vaso vacío sediento de agua.
El delirio del recuerdo,
notas de blues que rozan, atraviesan
y horadan la nostalgia.
Noches en vela, erotismo fantasma,
sexo adaptado a formato alma,
pasión y entrega
y el espíritu de Eros en la brega,
coches que anuncian el despertar,
el silencio y la vuelta a la realidad,
mi lacerante soledad.
Nada más ha sido un sueño,
menos mal que ha sido un sueño,
un acto de amor sin dueño,
tu ausente presencia presiento,
y en mis caderas, tus manos,
siento que mi piel abrasan.
No sé qué pasa:
aquí no hay nadie más que yo
y mis circunstancias.
Miro al techo, cae la casa,
como un titán la levanto,
y, aunque curada de espanto,
vuelve a empezar el día,
vuelvo a soñar despierta
como antaño, como ayer, hoy todavía…
y aguardo a que llegue la noche
para sentir tu ausente presencia,
tan fría, tan inerte,
como tus dedos de artista,
de músico, malabarista,
exactamente de pianista.
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