jueves, agosto 25, 2011

ME GUSTA LA GRISURA DE LA TARDE

Me gusta la grisura de la tarde,
el reflejo de tus ojos en un escaparate,
la gente que pasea por la calle, ajena a ti y a mí.
Me asusta la espesura de una noche cerrada, sin fisuras,
preñada de insomnios
y bañada en pesadillas de lunas de neón.
Me inspira el frescor de la alborada,
el aroma a tierra prometida que presagia
el mejor día en el fondo de una taza de café.
Me asfixia el rubor del mediodía que tizna de aceite
la pizarra expositora de un corazón de tiza
con un menú del día dentro de él,
el mismo óleo que lubrica las agujas del reloj
que marca nuestro tiempo,
el que sentencia nuestra suerte, la mía sobre todo,
de no volver a verte como ayer,
ni en tu vida ni en mi muerte.
Quisiera ser poeta para mojar tu aliento,
captar tu asentimiento, fervor y admiración,
con sólo la piel que tapiza de sudor mis sentimientos,
este cuero desgastado que esconde como puede,
cada vez que te pienso, el temblor de mi emoción.
Quisiera ser Alberti para poder trepar a ti con un poema,
sin pasar como una mema,
haciendo equilibrios por tus sueños
sobre una pasarela, sobre una cuerda floja,
descalza, cubierto mi pudor, que ya ni existe,
con una triste hoja de cualquier árbol perdido,
ahorcado con el tallo de alguna enredadera.
Quisiera ser Neruda y hablarte en veinte temas,
inconfesables canciones de amor,
cara a cara y sin complejos, vestida de azul,
embutida en un traje de sirena, ceñido,
sin reflejos y abrazado por un tul,
para no tener que hacerlo como siempre,
en silencio, tan a oscuras, tan a solas…
tan desnuda como muere sin corteza el abedul.

No hay comentarios: