martes, octubre 25, 2011

DE VÉRTIGO

En resumidas cuentas lo que nos llevó hasta ese lugar no fue la concupiscencia pura y dura, no fue sólo el deseo y la pasión como nosotros creíamos. Había algo más. Yo ya estaba mentalizada de que lo mío era algo así como una enfermedad, una especie de patología rara que nacía de una tendencia hedonista, exarcebada hasta tal punto, que abominaba de cualquier atisbo o gesto que, por pequeño que fuese, tuviese que ver con la represión de mis instintos primigenios y animales. No, me decía a menudo y a mi misma, la inmortificación y la incontinencia de las pulsiones no van conmigo, si acaso, una leve incontinencia verbal, pero tan leve que puede ser perfectamente neutralizada con una simple caña de cerveza tostada.
Así pues, nada más traspasar el umbral de la puerta y tras el sofocón preliminar asociado a la excitación, vino el relax, vino la conversación coloquial, vino la distensión, vino lo que vino luego, vino tinto con porrón: nos convertimos en unos seres tan etéreos como hadas. Y ahí estamos, subidos en lo más alto, viendo el mundo desde arriba y desafiando al vértigo.

No hay comentarios: