lunes, octubre 24, 2011

LA BELLE INDIFFÉRENCE




-"¡¡Y que sea la última vez que me llamas histérica!!"- Gritó.




Entonces, en un acceso de cólera, se arrancó el tocado y lo arrojó sobre la mesa ovalada de la biblioteca. Después se tumbó boca abajo encima del diván, y con ambos puños cerrados empezó a aporrear la brillante tapicería de raso color oro viejo. Su espléndido vestido de fiesta, ribeteado de plumas de marabú, oscilaba arriba y abajo al ritmo convulso de sus sollozos, a la vez que pataleaba como una niña caprichosa y clavaba la afilada puntera de sus zapatos tacón de aguja en el mullido asiento.


El hombre, sujetando una copa de bourbon con hielo entre sus manos, miraba con estupor la graciosa cabecita que, una vez arrancada de cuajo, yacía bajo el sombrero apoyado sobre la mesa. Desde su posición percibía perfectamente cómo rodaban por sus mejillas abundantes y gruesas lágrimas de cocodrilo.

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