Aquel café, hoy mausoleo,
sepultura del amor
y caricia de otros tiempos
envuelta en negras lágrimas
de gitanos, pianistas y
cigalas.
Aquel café, ahora mientras le
veo,
reedita en mi el dolor
fruto del contratiempo,
de consejos de sabios y de
máximas
que matan ilusiones como
balas.
Aquel café, cuerpo del delito
y atropello de emociones y
mudanzas,
fue instante de mi vida, el
más bonito,
fugaz visión de vuelos y de
andanzas,
y origen y final de algún
escrito
que ha loado un canto a la
esperanza
con el corazón mirando al
infinito
y el deber pesando en la
balanza.
Dice quien me lee que me
repito,
que hago una constante de un
conflicto,
darán en elucubrar
suposiciones
y apostarán por oscuras
intenciones,
lo cierto es que tengo mis
razones
y lo que piensen de mi me
importa un pito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario