LA LÍNEA AZUL
Aquel tipo raro se empeñó en seguir la
línea azul que estaba trazada en el suelo. Por eso cruzó calzadas, recorrió
aceras, trepó árboles, escaló muros, atravesó parques, entró en una
peluquería por la puerta principal y salió por la trastienda, y así mucho
rato, hasta que por fin llegó a una boulangerie de la Rue Lamartine.
Cuando pasó al interior se sintió excitado por unos agradables efluvios a
bollitos calientes y a pan recién horneado. La línea azul se perdía en aquel
establecimiento. Encontrarla frente a si fue toda una sorpresa, con ese
gesto dulce tan suyo, con todo su encanto y elegancia, tan francesita,
tan chic… Se dio cuenta demasiado tarde que estaba perdiendo los papeles, justo
antes de que sufriese un ataque de ternura, y cayese profundamente
dormido y abrazado a la dichosa rayita azul que trepaba por las
piernas, escondiéndose bajo la falda de Amelie.
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