sábado, septiembre 01, 2012

EL CALAMAR


EL CALAMAR

 

Un solitario calamar, apoyado sobre un bastón para ayudar a sostener sus patas arqueadas por el peso, miraba desde la orilla del mar a un hombre que faenaba encima de una roca con una cesta llena de peces recién pescados. Algunos de ellos aún se resistían a morir asfixiados fuera del agua y hacían cabriolas en el aire brincando por encima de la cesta.

El tipo se empeñaba en limpiarles hundiendo un cuchillo en sus panzas y sacándoles las agallas y las tripas. Luego les iba echando en un cubo con agua teñida de rojo, mezclada con sangre.

El calamar, embutido en unos exiguos pantalones de loneta, tipo chinos, balanceaba su peso de una pierna a la otra y de ambas al bastón.  Además, arrugaba la nariz con un claro gesto indicativo de repugnancia.

 

-¿Por qué hace eso?- Le preguntó.

-¿El qué?

-Abrirles en canal y sacarles las tripas.

-Nos ha jodío… para  no ensuciarle la cocina a la parienta y que estén bien limpios cuando les haga a la plancha.

-Yo me los como tal cual, con tripas y todo, es más… los prefiero cuando aún se mueven, están más frescos-  respondió el animal relamiéndose de placer.

-Va en gustos, claro- dijo el pescador. Y el gesto de repugnancia que antes mostraba el calamar, ahora lo llevaba el pescador pintado en su rostro, antes inexpresivo igual que una máscara veneciana.

 

De improviso el cefalópodo se remangó una pernera del pantalón, estiró uno de sus tentáculos y tomó un pececillo.

 

Dicho y hecho le hizo una demostración in situ.

 

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