sábado, octubre 27, 2012

ASESINO EN SERIO


 

 El tipo aquel, cuando mataba, que era a menudo, siempre volvía al escenario del crimen  una y otra vez. Tenía la vaga sensación de haberse dejado algo olvidado en ese sitio, era como si su presencia estuviese más que justificada en base a recuperar el tiempo, el recuerdo o algún elemento perdido.

Efectivamente los hechos acababan por darle la razón a su intuición. Pues siempre que regresaba, allí estaba ella: impecable, solícita, luciendo la mejor de sus sonrisas… y diligente, eso sí, siempre diligente, con la eficacia de una funcionaria competente y aséptica. Sostenía entre sus manos, envuelto en papel de regalo con un enorme lazo negro, el arma homicida: brillante, limpio, sin mácula ni rastro de sangre. Acto seguido se lo entregaba con un suave ademán que iba arropado por la caricia de la mirada más noble que era capaz de dibujar. Y todo para que de ese modo él pudiese volver al día siguiente a cumplimentar de nuevo, con tal de que volviese...

El irredento y pertinaz asesino tomaba el testigo solemnemente, y se alejaba del lugar de los hechos, digno, riguroso, serio,  circunspecto, sin despedirse  siquiera de ella, como si no la conociese de nada, así hasta el día siguiente o hasta la próxima ocasión. Podía sucederse dicho episodio hasta la eternidad, no en vano él sólo hacía como que  la mataba y ella sólo hacía como que se dejaba morir.

 

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