Llega la
lluvia,
tímido llanto
cálido
de estrellas
agobiadas,
pulverizando
estíos,
ablandando
terrones,
ahogando
caminos
y anegando
asfaltos.
Ya recibe mi
cabello
su caricia
mojada,
y mi ropa,
abandonada
a la humedad,
se adhiere a
esos pliegues
de mujer
otoñal,
que jalonan
una vida
apasionada,
pasional,
puesta en pie
y no derruida
tras mucho
vapulearla,
tras mucho
dormir
y despertar
creyéndose
olvidada
en la cocina.
Ya revuelvo tu
pelo encrespado
al salir de la oficina,
hundiendo mis
dedos
en las
delgadas crines,
mientras
jugamos como niños
a chapotear
descalzos,
bailándonos
los charcos,
bebiéndonos
las gotas
de manto
celestial,
empapando
nuestros
besos
prohibidos,
ocultos a la
sombra
de un portal,
palpando
nuestros cuerpos
que tiritan
sin saber
debido a qué
será:
¿A la lluvia?
¿Al temor a
ser vistos
amándonos de
forma
clandestina?
¿O al amor,
que enmudece
cuando es
frágil
y piensa en el
tiempo
y la distancia
que a su paso
todo lo destruye,
oscurece y
arruina?
No hay comentarios:
Publicar un comentario