Mi micromundo cabe en un cuento de hadas
donde conviven mascotas con libros camaradas.
Soy una princesa medio bruja, sorda, muda, ciega,
lerda,
me suspendo de una cuerda y siempre voto a la
izquierda.
En la salita, una pantalla de televisor vacía
tiene el aspecto apagado de una ventana fría,
no me gusta lo que veo a través de ella ningún día.
Hay un sofá con una lámpara que parece una farola
y debajo está una alfombra que robé de una chabola.
Mi perro se viste con mono y se coloca una toca,
mi chacha utiliza bozal y ladra como una loca.
La chimenea de mi casa no echa humo, escupe estrellas
que según los entendidos son de las más bellas.
Desde una ventana hablo con la luna y la tuteo,
ella pide más respeto, que haya menos cachondeo.
Mi gata no está triste aunque es azul,
y aupada sobre las tejas viste una falda de tul
mientras no maúlla, ya que mi gata declama
arengando a las masas, arañando el alma con alguna
soflama.
La cama donde yo duermo no tiene sábanas ni colchón,
duerme sola como yo, desnuda y con edredón.
Mi casita tiene por dentro un largo camino gris
que te lleva derechito hasta el cuarto de hacer pis.
Sus paredes son blancas y ríen aunque a días tienen
miedo,
son educadas, calladas y no se tiran ni un pedo.
cabizbajo, con las manos en los bolsos, sin un duro.
Esperas que la luz se apague y que todo quede a oscuras
para colarte en mi casa y en mi vida, para vivir mil
aventuras
y, lo mismo que un ladrón, profanar
mis aberturas.
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