martes, octubre 16, 2012

NANA

 
 

NANA

 

Un sonido de triste balada

rasga los silencios de una alcoba,

dos amantes, uno y uno,

y un Dios que es de ninguno.

Oscuridad monacal, paredes blancas,

baldosas gélidas bajo unos pies descalzos

entrenados para alfombras.

Ecos de oraciones con efluvios a lejía,

olor a pan y a trigo,

huertos labrados de piedras grabadas

con estrofas de blues tristes y nanas antiguas.

Momentos de perdición,

debilidad humana y, cara a cara,

la sublimación divina

y la amenaza del castigo.

Dos amantes encadenados

y separados por barrotes,

un postigo celado a cal y canto

y sus deseos escondidos en el alma

prohibida, austera, en calma,

es el alma de una celda.

Dos amantes y un destino,

 acariciando sus dedos,

rozando sus labios entre las verjas,

intercambian sus anhelos,

aguardan la luz del alba,

esperan que llegue el día

y renazcan ilusiones de futuro en la alborada,

esperanzas abortadas antes de nacer,

palabras de amor dormidas,

abrazadas de la noche a la mañana.

Dos amantes invisibles,

mecidos por la desidia

y arrullados por el manto de la tristeza,

cantan con llanto contenido

las estrofas mudas, ciegas, de una nana.

 

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