domingo, noviembre 04, 2012

EL ENCAPUCHADO

 
Al doblar la esquina  me di de bruces con un tipo encapuchado que llevaba un arma en la mano. Sobresaltada, le miré. Él me miró a mí. A través de unos ojales se veían brillar un par de ojillos burlones. Eché a correr. Él me siguió. Yo cada vez iba más de prisa, de vez en cuando miraba hacia atrás. Le sentía más cerca, y más... y más... y más... El corazón me brincaba. Casi podía sentir su respiración agitada bajo la capucha. Llegamos hasta un callejón sin salida. Un elevado muro de unos treinta metros de altura se alzaba majestuoso ante mí. Me di la vuelta consciente de mi impotencia. “Tú ganas”,  le dije. El tipo me apuntó con el arma. Inclinó el enorme cirio encendido que llevaba en la mano y seguidamente empezó a chorrear cera  sobre el pavimento.
-“¡Anda! Entra sin oponer resistencia, que van a empezar los Oficios”, me dijo-.
 Atravesé el umbral de la Catedral y me situé en la última fila de bancos. El encapuchado, detrás de mi, no me quitaba el ojo de encima.
 

No hay comentarios: