Recibí la chistera de manos del guardarropa y le di las
gracias. Introduje dentro de ella un puñado de heno fresco, lo removí, aspiré
su aroma y después me la coloqué totalmente calada hasta las cejas.
Acto seguido me presentaron a una señora muy distinguida
y muy fina. Cuando la saludé, hice una
pequeña reverencia y me quité la chistera. Quise hacerle entrega de una
delicada rosa pero, aún no me explico cómo, sólo fui capaz de poner sobre su
mano un hermoso conejito blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario