La feliz pareja ya llevaba un buen rato en la
cama. De pronto ella se dio cuenta de que se habían dejado encendida la luz del
salón, y le dijo a él:
-Anda cari, vete a apagar la luz,
porfa-
-Humm... ¿cómo?- respondió
somnoliento.
-Que apagues la luz del salón,
mira, está encendida-
-Vete tú, anda, que yo ya por fin
estoy entrando en calor-
-Qué más quisiera, sabes que no
puedo-
-Inténtalo, joder. Estamos en
noviembre y se empieza a notar el frío en esta maldita casa-
-Desde luego, hijo, qué poco
caballero eres... Si pudiera ¿crees que te lo iba a pedir a ti?-
-Va. Está bieeen…-
Todo quedó sumido en la negrura y
el silencio, tanto… que el fulano se vio incapaz de volver por sus propios medios
al dormitorio. Entonces, desde la distancia, le gritó a ella:
Cuando se acostó, se acurrucó
junto a ella y, rodeando y palpando con sus manos las escamas de sus caderas,
se quedó nuevamente dormido. Así, tan ricamente, abrazado a su querida sirena.
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