martes, noviembre 20, 2012

¡LA LUZ DEL SALÓN ESTÁ ENCENDIDA!


 
La  feliz pareja ya llevaba un buen rato en la cama. De pronto ella se dio cuenta de que se habían dejado encendida la luz del salón, y le dijo a él:

-Anda cari, vete a apagar la luz, porfa-

-Humm... ¿cómo?- respondió somnoliento.

-Que apagues la luz del salón, mira, está encendida-

-Vete tú, anda, que yo ya por fin estoy entrando en calor-

-Qué más quisiera, sabes que no puedo-

-Inténtalo, joder. Estamos en noviembre y se empieza a notar el frío en esta maldita casa-

-Desde luego, hijo, qué poco caballero eres... Si pudiera ¿crees que te lo iba a pedir a ti?-

-Va. Está bieeen…-

 
El tipo se levantó a regañadientes, y arrastrando las pantuflas sobre el frío terrazo, llegó hasta la sala y apagó el interruptor.

Todo quedó sumido en la negrura y el silencio, tanto… que el fulano se vio incapaz de volver por sus propios medios al dormitorio. Entonces, desde la distancia, le gritó a ella:

 
-Cielito ¿podías guiarme con la voz? Me estoy golpeando con las paredes y con  los muebles, no encuentro la puerta-

 
Ella se puso a cantar. Su voz de soprano, bien timbrada, no precisó más que unas cuantas notas, pocas, las justas para ayudarle a regresar a la cama.

Cuando se acostó, se acurrucó junto a ella y, rodeando y palpando con sus manos las escamas de sus caderas, se quedó nuevamente dormido. Así, tan ricamente, abrazado a su querida sirena.

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