Cariño, yo creo que nuestra
plancha flirtea con la plancha del vecino de enfrente-
MUJER.-
-No digas tonterías, las
planchas no flirtean, sólo queman si las tocas los bajos-
MARIDO.-
-Y qué bajos… esta plancha está
buenísima, tesoro, absolutamente buenísima.-
Y mientras pronunciaba dichas palabras, acariciaba las curvas del
pequeño electrodoméstico con sumo deleite, casi de un modo voluptuoso.
MUJER.-
-Te estás trastornando,
Pepe, deberías ir a un psicólogo, a veces me das miedo-
MARIDO.-
-Apuesto a que ésa de ahí es
macho, es más, desde aquí se le aprecian unas protuberancias que yo diría que
son los genitales-
MUJER.-
-Pero ¿qué dices…? ¿A quién
estás viendo los genitales? ¿Se puede saber de qué coño hablas…?-
La mujer suspendió la actividad momentáneamente, dejó de pelar patatas
y se dispuso a mirar a través de la ventana de la cocina.
MARIDO.-
-La plancha del vecino. Es
macho, lo que yo te diga, y le está tirando los tejos a nuestra pequeña- dijo
furioso, entre dientes.
MUJER.-
-Peeepe, Peeepe… ¿estás
insinuando que aquella plancha tiene huevos?-
MARIDO.-
-Y bien gordos… fíjate,
fíjate ahora que se mueve-
MUJER.-
-Esto es de locos… estás
para que te encierren, lo vengo notando hace tiempo y ya no puedo más… me largo
¿sabes qué te digo…? ¡¡¡Me largo con mi madre!!! Ahí te quedas… ¡¡anda… y móntatelo
con la plancha, no te quedes con las ganas!! ¡¡¡Folla con ella aunque te
abrases la polla…!!!
Arrojó el delantal sobre la mesa y lanzó el cuchillo desde la puerta de
la cocina con la habilidad de un indio. El marido, con reflejos, sorteó el
acero, que salió despedido por la
ventana, yendo a impactar, casualmente, contra la plancha del vecino de
enfrente. Se escuchó un grito desgarrador, como de plancha herida, y segundos
más tarde el ruido de un golpe, el de la pobre plancha macho que caía abatida,
en medio de un gran charco de sangre, sobre el pavimento del patio de luces.
El hombre asomó medio cuerpo por la ventana y, satisfecho, le hizo un
buen corte de mangas al aparato mientras le insultaba con vehemencia:
MARIDO.-
-¡¡Cabrón…!! ¡Bien hecho te
está…!!
Y a renglón seguido:
-¡¡Cariño…!! ¡Qué bien has
estado, cielo…! ¡Ésa es mi Puri valiente!! Verás qué felices vamos a ser los
tres a partir de ahora, ya verás…-
Pepe se quedó acariciando
las curvas y el cable de la plancha. Gozoso y excitado se quemaba las yemas de los dedos, que alternativamente
iba retirando y sustituyendo por otros, mientras lamía con fruición los
miembros doloridos y abrasados. La plancha, sintiéndose al fin la reina
absoluta de la casa, se desperezó sensualmente y le soltó al hombre un chorro
de vapor directamente a los ojos.
-Pero qué pico de oro tienes, Magefesa… esto es vida ¡al fin solos y
libres!-
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