viernes, noviembre 02, 2012

¡POR HUEVOS!




Como cada noche, cuando el marido llegó a casa, la mujer batía huevos en la cocina para hacerle la tortilla de la cena. Asomándose a la puerta, la saludó con un beso breve en la mejilla y arrugó la nariz en señal de repugnanc...

ia, al ver el fluido amarillo que ya estaba listo para saltar a la sartén y dejarse cuajar en el aceite.
Se dirigió al comedor, tomó el mando de la tele y se sentó en una silla junto a la mesa. Tras quedarse pensativo unos instantes, le gritó en voz alta a su mujer:

-¡María! Estoy más que harto de tomar tortilla cada noche ¿me oyes?-

María no le respondió, evidentemente no parecía haberle oído.

-¡¡María..!!! ¿No me oyes? Digo que ya estoy cansado de tanta tortilla y tanto huevo ¿estamos?-

-¿Decías algo, cariño?-

-¡¡¡Siií!!! Que a partir de ahora las cosas van a empezar a cambiar en esta casa. No-más-huevos, no-más-tortillas ¿¿¿entendido???-

-¿Por qué te pones así? Llevas una temporada que no hay quien te aguante, Arsenio. Mira, si no te gustan mis comidas te vuelves con tu madre y se acabó, estoy hasta el moño de tus pegas…-

Desde el extremo del pasillo su tono de voz fue in crescendo poco a poco.

-¿Hasta dónde dices?-

-Moño… ¡Moño!... ¡¡¡Moño!!!-

-¡¡Está bien!!! ¿Sabes lo que te digo? ¡Esto se acabó! Punto.

Arsenio, con todas sus fuerzas, golpeó con ambos codos el enorme muro blanco que le aislaba del exterior, hasta que éste se hizo añicos.
María, asustada por el estruendo, se dirigió rauda y veloz hacia el comedor. Cuando llegó se sobresaltó al ver en la silla sobre la que descansaba Arsenio, una enorme mancha amarilla color yema de huevo. Entonces, sólo entonces, fue cuando extrajo un pañuelo del bolsillo de su delantal y lloró. Lloró unas enormes y gruesas lágrimas de ketchup sobre el cadáver de su marido.

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