Podría tratarse de una mañana cualquiera en mi
hogar, pero coincide que es la penúltima mañana del año 2012, y eso no sucede todos los
días, es más… es casi seguro que otra penúltima mañana de 2012 no habrá.
Mientras me entregaba a mi tarea diaria de acicalar y asear a mi vieja –totalmente
impedida-, y cuando digo acicalar, me refiero a todo, pues me aseguro además de
que sus intestinos queden limpios de polvo, paja y más cosas, se me ocurrió que
a Mitshu, la gata, no le vendría tampoco nada mal una lavativa, dado que el intestino
del pobre animal llevaba sin manifestarse varios días, mientras que arrojaba por boca todo aquello que ingería,
con lo cual el minino había suspendido las ingestas, claro… –en estos casos uno
da por bueno que nuestro circuito digestivo es como el que discurre por debajo
de las baldosas de una casa, es decir, lo que no sale por un lado, termina
saliendo por otro, y en el peor de los casos, revienta la tubería-, total… que
ni corta ni perezosa le inoculé por el objetivo terminal, o sea, el ano, y
ayudada por una jeringa, unos centímetros cúbicos de aceite; así al pronto la idea le
hizo poca gracia, pero luego entendió que lo prioritario es la salud, de modo
que estampó su autógrafo, algo así como la firma del Zorro, en mi brazo derecho
con la más larga y afilada de sus uñas como recuerdo de su enorme gratitud. El
enema surtió efecto, la gata depositó y en abundancia, y presta, se dirigió a
subsanar el apetito acumulado en estos días de ayuno forzoso. Más contenta que
unas pascuas, subió a lo alto del armario de la cocina, donde rascó la cornisa del
mueble con regocijo, hasta que vi cómo caían virutas de madera sobre la
encimera igual que si fuesen copos de nieve… ¡animalico! A su vez, y mientras
conducía a mi vieja casi en volandas hasta un sillón confortable, para poder
continuar con mis tareas, Merlín, el simpático, travieso y cariñoso perrito al
que tanto queremos, también dio muestras de alegría por el “desatore” de su
amiga la Mitshu, y lo celebró extrayendo un lápiz perfilador de ojos de la
bolsita de aseo, tras haberlo utilizado con la abuela, haciéndolo migas en menos que canta un gallo –o se conduce a una vieja desde
la cocina a la salita-. De siempre le han fascinado, como elementos
gastronómicos, los lápices de ojos, pero esta vez hizo gala de un exquisito gusto al elegir el
khol de color negro y mina dura, qué rico Merlín, es un encanto… ¡y qué buen criterio
tiene eligiendo sombras de ojos!
El abuelo, asombrado por la eficacia del oleoso
enema de la gata, estreñido que es él a más no poder, y envidioso a rabiar de ver
cómo los felinos se alivian con unas tristes gotas de óleos, para nada santos, y
el susodicho precisa casi de trilita para ir al baño, me rogó que esta misma tarde,
sin dilación, pruebe a obrar con él el milagro que se ha obrado esta mañana con
la Mitshu, y así… a ver si de paso obra su intestino.
Creo que simultáneamente sonaba una hermosa melodía
en boca de Natalie Cole, As Time Goes By… Casablanca… hummm… pero se perdía
entre pañales de vieja, copos de cornisa de madera recién podada, astillas de lápices que iluminan miradas
misteriosas, bolas secas y duras de caca de gato rebozadas a la sepiolita y abuelos
lúbricos que solicitan…¡un enema!... ¡¡marchando, pero con bien de aceite!!...
Cuando la gente –o el facebook- se interesen por mi estado, y me rueguen
paciencia –más paciencia-, tratando de quedar bien ante mis ojos, en vez de
invitarme a un Cigales y un pincho de tortilla, que sería lo propio –quedarían mucho
mejor, dónde va a parar…-, más vale que se pongan a cobijo si no quieren ser
abatidos como perdices con una escopeta enorme que me pienso pedir a los Reyes Vagos
para tal fin.