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Pasan los días,
las flores ajadas
se mojan de lluvia,
se van con el viento,
y la sepultura se queda vacía de vida,
inerte su cruz,
desnudos sus brazos,
para el canto y la risa
sin ningún argumento,
eso sí…
seguida de cerca
por dos centinelas,
cipreses gallardos
que apuntan al cielo
tomando nota
de todo aquello que debe
en su juicio ante el Supremo,
el que está bajo la losa,
no tiene pérdida…
de los que lloraron su adiós
hace apenas ocho días,
era el de peor cara
pero gesto más feliz,
Fulano de Tal y Ortiz.
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