sábado, septiembre 14, 2013

¡¡VALOR!!


¡¡VALOR!!

 Tardé en decidirme, había probado tantas veces de tantas formas diferentes, y siempre habían fallado todas… pero esa tarde estaba decidida más que nunca a volar, a abandonarme a mis sueños y, por fin, a ser libre.
El asunto no era sencillo, de hecho mis anteriores fallos así lo corroboraban, de momento me dije, “empezamos mal”. La puerta de la ventana se resistía a dejar abrir en pompa, es como si ambas hojas estuviesen firmemente soldadas o pegadas con un potente adhesivo. Me cagué en mis muertos más frescos y en los de la ventana, bueno, en casi todos, siempre hay alguno que merece un mayor respeto, y, tirando del pomo con fuerza, logré abrir de par en par mi viaje a un incierto futuro, no diré lleno de ilusiones, porque cuando uno se intenta suicidar carece de la más mínima ilusión, pero sí impregnado de ese halo invisible de esperanza que envuelve cualquier propuesta de vida que no sea un tedioso y agobiante más de lo mismo. El segundo escollo que tuve que salvar fue un agudo dolor que se me puso a la altura de la cadera cuando alcé la patita para saltar al vacío, es entonces cuando pensé “además de puteada, estoy mayor, muy mayor”. Pero me sobrepuse al dolor como sólo un desgraciado y condenado a muerte sabe hacerlo, y, triunfante, me encaramé en el alféizar para arrojarme al vacío.
Tercer escollo: no había vacío, por raro que parezca no había vacío, damas y caballeros, de hecho sólo hay vacío cuando uno limpia los cristales de una ventana y resbala de manera accidental, en este caso la calle estaba petada de gente que miraba en dirección a mi fachada,  esperando a que asomara, ansiosos por aplaudir, vitorearme y lanzarme besos, flores y productos típicos de la región.
Me sentí ridícula y disimulé, como pude, camuflando de algún modo mis reales tentativas de suicidio. Posé para los medios y hasta compuse posturitas a lo Marilyn Monroe: morritos, caída de párpados, la patita flexionada –eso sí, me apoyé en la cadera buena no fuese a ser que…-… en fin, me dejé querer, homenajear, y me permití ser feliz durante unos instantes, justo los que duró la confusión, ya que en realidad los que ocupaban el “vacío” esperaban a una famosa estrella del pop de nombre virginal, una tal Madonna…

 

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