La sombra es la madre de la confusión,
la gran sacerdotisa del equívoco mundo de las
alucinaciones.
Al amparo de las sombras,
bajo su auspicio y protección,
elucubramos grandes despropósitos,
imaginamos lo inimaginable,
añoramos paraísos perdidos y nos inventamos otros.
En las sombras tememos, amamos, reímos y lloramos.
La penumbra tiende a distorsionar lo percibido,
ayuda a hurgar y horadar
dentro de la dualidad que nos rodea
y de nosotros mismos
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