Oíd, vates, estamos en subasta,
la buena poesía importa un bledo,
cualquier borrico hoy día es un aedo
y da en llenar de versos su canasta.
Tanto es su afán y muéstrase entusiasta
de rimar cada noche con denuedo,
que se ve Góngora versus Quevedo,
y su musa no puede ser más basta.
El plectro, alimentado por los celos,
vomita en la ventana una octavilla
plagada de quejidos y flagelos,
su dueña pone comas cada milla
y con rabia se tira de los pelos
al ver a Bululú sobre una silla
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