martes, marzo 06, 2018

Nuestro paso por el XV Certamen de Teatro Villa de El Carpio


J. Solana.- La actriz Ana María Rodríguez, de “Poeta Bululú”, recibió el domingo, 4 de marzo, una de las mayores ovaciones que se han visto en todas las ediciones del Certamen de Teatro “Villa de El Carpio” por el recital interpretativo que ofreció, en base a su versatilidad e impecable trabajo actoral, en el rol de “Aurea”, de la obra “¿Por qué me miráis así?”.
Sola sobre la escena, los 80 minutos de la duración de la obra, con Rodríguez en solitario sobre las tablas, supieron a poco, en medio de un silencio sepulcral, sólo roto por una ovación en una de las escenas y por el estruendoso y prolongado aplauso a la finalización de representación, la tercera a concurso del Certamen 2018.
Pero Rodríguez no sólo demostró ser una excelente actriz, sino también una consumada escritora, ya que el texto, de su propia cosecha, encandiló a los asistentes, siendo de resaltar el exquisito lenguaje y el perfecto manejo no sólo del castellano sino también del refranero español, con el que salpimentó una parte del texto.
Con José Sanz “Rudo”, como ayudante de dirección, regidor y encargado de la iluminación, Rodríguez ejerció también de directora de la obra, lo que unido a su versatilidad personal como actriz la llevaron a interpretar con maestría el papel de una mujer en diversos momentos de su vida. Con la única ayuda de unos muñecos, un par de rejas, algo de maquillaje sobre la escena, una excelente luminotecnia y una exquisita selección musical, Rodríguez bordó el papel de “Aurita”, una mujer maltratada que fue capaz de sacar adelante en solitario a su familia. Pero no todas sus desgracias terminaron ahí, ya que “La tonta”, como el tañido de las campanas “ton, ta”, que su ex marido le introdujo de forma indeleble en su mente de tanto repetírselo, se da cuenta de que su hijo se ha convertido en un terrorista islámico, autor de un atentado con la muerte de varios niños y en vísperas de cometer otro, por lo que decide acabar con la vida de éste, sometiéndose, de forma ficticia, cuando ya ha perdido el seso, a un juicio imaginario ante la mirada de unos muñecos – niños- por los que llegó a donde llegó.



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