viernes, julio 10, 2020

EL LÍO DEL MARQUÉS

EL LÍO DEL MARQUÉS

El Marqués de Mogollón, atendiendo a la cortesía mostrada por su amigo, un influyente y rico empresario de la industria automovilística, fue a la finca de éste a pasar unos días con él y su familia, y de paso practicar su deporte favorito, el golf. Durante su estancia tuvo ocasión de conocer y departir con muchos amigos del empresario, pero de entre todas esas nuevas amistades, cabría destacar una por encima de todas, la enorme chispa que surgió entre el marqués y una jovencísima invitada a la finca, treinta años más joven que él y dotada de una extraordinaria belleza. La joven en cuestión, llamada Lola, era la hija mayor de uno de los hombres de confianza del empresario, un hombre inteligente, leal con su jefe, pero de origen modesto. Lola, sabedora de su belleza y desparpajo, confiaba en estas cualidades para hacerse hueco en el mundo de la moda y la publicidad, de ahí que frecuentase la finca del jefe de su padre, en cuanto se brindaba la ocasión, para codearse con gente importante y famosa, pues ya se sabe... el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.
El marqués, subyugado por Lola, le propuso pasar un largo fin de semana juntos, quitándole hierro a su condición de casado. Según aseguró a la joven, su esposa, la Marquesa de Mogollón, estaba para sopitas y buen vino. Le confesó que su vida matrimonial había naufragado hacía mucho tiempo, a expensas sobre todo de la inapetencia e ineficacia de su esposa para llevar una vida conyugal medianamente normal.
El marqués justificó su prolongada ausencia a los suyos en virtud de unos asuntos que tenía que tratar en una de sus propiedades olivareras. En realidad su plan era otro, instalarse unos días en el suntuoso chalet que tenía en Puerto Banús, al lado de su novia o su “nueva ilusión”, como lo llaman ahora para dulcificar el concepto, en vez de “lío o ligue” que se ha dicho siempre.
Pasados dos días, la pareja formada por el sexagenario aristócrata y la joven aspirante a modelo, llegaron a Marbella tal y como estaba programado.
Cuando el marqués accedió a la vivienda se llevó un susto colosal al ver deambular desnudo por la casa a un bello y joven efebo que se expresaba con acento italiano, al pronto pensó que se trataba de uno de esos okupas de lujo. Le tranquilizó escuchar la voz de su esposa, la “decrépita” marquesa -según él-, que gritaba desde el baño del dormitorio principal: “Fabrizio, amore, ¿puoi venire a insaponarmi la schiena e il culo, non ci riesco?

**Traducción: Fabricio, amor, ¿puedes venir a enjabonarme la espalda y el culo, que no llego?


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