sábado, noviembre 24, 2007

ANTE MI PROPIA IMAGEN


“Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene
la muerte tan callando...”

- ¡Tiembla!- Dices, señalado una calavera con el dedo.
Altiva, te miro, te reto y te desdeño:
-¿Qué quieres de mí?-
-Que te asustes y te inhibas,
que recuerdes bien quién eres,
pues te fuiste de aquí un día
para estar donde la muerte.-
Amarga, te siento, te evito, te quiero:
-¿Lo estás viendo? Te equivocaste de nuevo,
me emociono ante un proyecto,
vibro con una imagen,
sufro con un recuerdo,
río con cualquier cosa,
lloro pá mis adentros,
dudo de lo que siento,
quiero con locura, quiero.
Aunque me hayas dado tierra
y cristiana sepultura...
reconozcamos al menos,
no soy yo la que está muerta,
quien está muerto es el resto-

viernes, noviembre 23, 2007

UN JUEVES DE LO MÁS TONTO, EN MADRID.


Ayer tocó viaje a Madrid. Lo que se dice todo un viaje de placer.
Llovía que se las pelaba, de modo que recogí a Lucía a la puerta de su facultad y, chapotea que te chapotea, nos deslizamos durante un par de horas sobre un asfalto que estaba rutilante de agua, por decirlo suavemente, pero en realidad parecía un bebedero de patos. Llegamos a la una, dejamos el coche en Recoletos y subimos calle arriba por Alcalá. La curiosidad y nuestros pasos nos llevaron a la calle Príncipe, junto a Santa Ana, justo donde se encontraba descansando el cuerpo de Fernán Gómez. Los medios de comunicación tenían tomada la plaza por asalto, con todo un arsenal de vehículos, cámaras y micros; de modo que si el finado hubiera pensado por algún momento en salir huyendo, "iros a la mierda, coño", lo hubiera tenido asaz complicado. Entramos en el Teatro Español. No daba sensación de velatorio –seguro que es precisamente lo que hubiera deseado Don Fernando de haber podido opinar.- El féretro, sobre el escenario, estaba rodeado de mesitas y sillones, como si la escenografía correspondiera al interior de un café. Sus amigos y allegados estaban sentados sobre las butacas y charlaban en animada conversación, compartiendo tertulia y botellita de agua, mientras continuamente se acercaba alguno de ellos a un atril, papel en mano, y recitaba poemas o canciones. El público silencioso, en señal de respeto, permanecíamos en el patio de butacas y, como mucho, cuchicheábamos con el de al lado cada vez que entraba alguna cara conocida (Larrañaga, Marisa Paredes, Ramiro Oliveros, Álvaro de Luna...) Al salir del teatro, justo en el bar contiguo, "La vinoteca barbechera", entramos a tomar un vinito. Allí estaban junto a la barra, en una barra prácticamente solitaria, Pedro Almodóvar y su hermano Agustín, el productor.
Sólo puedo decirles que compartimos cañita y vinito con Almodóvar -el tomó un café con leche a nuestra salud-, lo crean ustedes o no. Ese ticket de la foto es la prueba fidedigna. No entro en más detalles de lo que ocurrió en ese bar porque es algo muy personal e íntimo. Pero Lucía y yo recordaremos dicha experiencia durante el resto de nuestras vidas. Y no es broma. Únicamente añado que no os fiéis jamás de un camarero. Y hasta aquí puedo leer. Un cliente solitario que estaba a nuestro lado, en la barra, me rogó encarecidamente que me sentara en un taburete porque se estaba poniendo de los nervios, y por lo visto para mitigarlos bebía una copa de vino tras otra (quien me conoce bien sabe que es cierto que soy muy movida y a veces saco de quicio al más pintao).
Después de eso, levitando con rabia -y sé lo que me digo-, fuimos a comer a un italiano. Nos acompañó Ángel, el mejor y más ameno compañero de mantel que te puedas echar a la mesa. Hicimos con él una sustanciosa, divertidísima y prolongada tertulia en un café cercano, y más tarde nos despedimos hasta la próxima.
Lucía y yo no quisimos irnos de Madrid sin constatar que cada cosa sigue en su sitio, de modo que nos acercamos a Chueca y a Malasaña para comprobarlo. De prisa y corriendo -el tiempo vuela cuando estás a gusto y cuando estás mal se para inexorablemente- regresamos a por el coche. Antes hicimos escala en el Gijón. Me quedé sin lotería, porque una sevidora es muy dejada para los asuntos del azar y del dinero, a pesar de que el camarero me dijo que en Prim, a la vuelta, había un dispensario lotero -¿qué les he dicho?.. No se fíen de los camareros, siempre mienten.- Al menos yo no vi el dispensario ese.
Castellana adelante llegamos a Maldonado, a la presentación del libro de Guillermo Ortiz: “Cuando las cosas dejaron de tener sentido” (Editorial GrupoBuho). Libro que, ya de paso, os recomiendo encarecidamente, y no sólo porque Guille sea amiguete, sino porque encontraréis en él algo distinto, tanto en el fondo como en la manera de expresar en clave intimista toda una cosecha de vacilaciones y autopercepciones, pero sobre todo, sobre todo... porque os veréis reflejados vosotros mismos en muchos de sus conflictos y de sus dudas.
Felices y contentas, con el libro firmado bajo el brazo, salimos a la calle, le hicimos un buen corte de mangas al frío de la noche madrileña, montamos en el coche y enfilamos de nuevo el camino de regreso a Pucela.

miércoles, noviembre 21, 2007

EL HOMBRE QUE QUERÍA SER UNA ESTRELLA DE ROCK


Estaba desnudo de pie, subido encima de la cama. Se contoneaba frenéticamente al ritmo de la música que había seleccionado previamente en el equipo. Sus manos, nerviosas, pulsaban las cuerdas de una guitarra eléctrica imaginaria; mientras sus cuerdas vocales imitaban la voz del vocalista de una banda de rock, marcando cada sílaba, cada suspiro y cada pausa exactamente igual que él. De algún modo se esforzaba en romper el silencio y la barrera invisible, pero infranqueable, que se abría entre él y su mujer.
Julia podía ver el reflejo de Serafín a través del espejo que estaba sobre la cómoda de la habitación. Los movimientos que ejecutaba eran idénticos a los del artista.
Ella estaba sentada y tenía el rostro completamente embadurnado de crema, el cabello sujeto, mechón a mechón, con unas horquillas, y con unas pinzas se depilaba el suave bigote y cuatro pelos breves y duros que se empeñaban en crecer en su barbilla.
Sobre la cómoda descansaba una revista de rabiosa actualidad musical, dedicada sobre todo a grupos de rock y de heavy metal; estaba abierta por la página veinte. En primer término se podía ver la foto del líder de una banda de rock que guardaba un asombroso parecido con Bon Jovi. Estaba de espaldas al fotógrafo, luciendo su torso desnudo lleno de tatuajes, mientras que la zona del trasero estaba medio oculta por unas letras sobreimpresas en la imagen. Su piel brillaba cubierta de sudor, y sus músculos y tendones se tensaban como las cuerdas de la guitarra que sostenía entre sus manos.
Julia acarició el papel satinado de la revista con sumo deleite, como si en realidad estuviera acariciando la piel de sus hombros, pecho o espalda. Soltó un pequeño gemido de placer.
Serafín lo advirtió desde su atalaya y de un brinco se bajó de la cama. Se acercó desnudo completamente, como un Niño Jesús, y se colocó tras ella frente al espejo.
Sintiéndose pillada in fraganti, Julia deslizó la revista sobre sus muslos, por encima del camisón, y se apresuró a ocultarla con un extremo de la bata. Alzó la vista, y al otro lado del espejo se encontró un hombre con pinta de estar en avanzado estado de gestación de lo que, llegado el caso, sería más que un embrión humano, un barril cervecero. Más abajo, como si se tratase del grifo mismo del barril, pendía una cosita pequeña y arrugada de la que él, al parecer, se encontraba sumamente satisfecho: su exigua y flácida minina.
Julia no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas al verle. Él, entregado y lleno de emoción le dijo:

-“Te ha gustado mi actuación, no puedes negarlo... ¿a qué sí, cariño?”-

- “¿Acaso lo dudas, mi amor?”- Respondió ella, sorbiéndose los mocos hacia arriba y posando su triste mirada sobre la revista.

lunes, noviembre 19, 2007

EL VERSO FINAL


El poeta andaba tan preocupado, buscando ese último verso con el que cerrar su poema, que hasta se mesaba el cabello y ya empezaba a presentar claros síntomas de alopecia. Deambulaba por la habitación como un león enjaulado, con la cabeza gacha y las manos asidas por detrás, en la espalda. Se las apretaba con tal fuerza que los nudillos, a punto de reventar, presentaban un aspecto brillante y blanquecino; más que manos de poeta parecían manos de místico, huesos de santo. Las musas estaban de puente y le habían dejado abandonado a su suerte. Miraba y miraba buscando la inspiración, ora ante un objeto, ora ante el panorama del jardín que se abría frente a su ventana, ora ante la imagen de su amada.
Aburrido, decidió dejarse de zarandajas y quitarle hierro al asunto presentando dicho poema sin el último verso.
-Ya está, mejor así... un final abierto para que el lector se encargue de cerrarlo a su manera, para que deje volar su imaginación, tampoco conviene dárselo todo hecho.-
Efectivamente, el poema terminó abierto en pompa, tanto es así, que por el amplio boquete practicado se escaparon el resto de las palabras y el pobre poeta se quedó sin poesía.

jueves, noviembre 15, 2007

LA BOLA QUE CRECE Y CRECE.


Un tipo que trabaja en Personal, va y le dice a un celador que es un poco sordo:

-¿Has visto el nuevo director que ha venido al hospital?-

El celador responde que no.

-Oye, es increíble, con el bigotillo que gasta y el sombrero que luce, se da un aire asombroso al dictador, a Franco.-

El celador monta en un ascensor. Dentro de él, únicamente viaja una auxiliar de enfermería.

-Hola... ¿has oído la última? Por lo visto un francotirador anda suelto por el hospital, sólo se sabe que usa sombrero.-

Se despiden al llegar a la tercera planta y la auxiliar entra en su lugar de trabajo.

-Tengo una noticia, escuchadme todo el mundo: Parece ser que un loco peligroso anda pululando por el hospital, lleva un rifle desmontado y escondido dentro de un sombrero.-

La Supervisora de la unidad alerta a la dirección, por si aún no se han enterado, y avisa al de Seguridad:

- Llamo de la planta de Cirugía, parece ser que un loco ha escapado de Psiquiatría, va armado hasta los dientes y está amedrentando al personal. Avise a la Policía, por favor.-

El agente de seguridad adopta medidas cautelares. Cierra todas las puertas para que el loco no escape, y llama a comisaría.

-Policía... sí, sí... llamo del hospital. Un cirujano se ha vuelto loco y, bisturí en mano, ha degollado a un paciente... vengan rápido, por favor, la situación es realmente trágica.-

Varias unidades de las fuerzas de seguridad se desplazan hasta al centro hospitalario. El comisario, acompañado de un par de subinspectores, acude a entrevistarse con el máximo responsable del centro, el nuevo director. El director, un tipo bajito, con bigote y sombrero, les recibe en su despacho:

-Sí, señor Comisario... ha sido terrible. Un paciente ha enloquecido nada más entrar en el quirófano y, cuando le iban a pasar de la cama a la mesa de operaciones, ha sacado un hacha enorme de debajo de la almohada y se ha cargado a todo el equipo quirúrgico. Algo dantesco.-

El comisario toma notas en una libreta. Uno de los subinspectores le dice al otro:

-¿Te has fijado en el parecido que tiene ese tío con Hitler...? ¡Es realmente extraordinario!!

miércoles, noviembre 14, 2007

LA REVELACIÓN


María Virginia estaba ya de cuatro faltas pero aún no se le notaba el embarazo. Un día el Mago Gabrielín, trompeta en mano, le hizo partícipe de una buena nueva: al parecer, sin comerlo ni beberlo, el causante de dicho estado de gravidez era un palomo gris.
De informar del sexo del bebé –niño- se encargó una ecografía rutinaria. La mujer sólo hizo caso de la segunda revelación, a la primera no le dio ninguna importancia, el mago hablaba inglés y ella no entendía ni jota.
Justo a los cinco meses del anuncio, María Virginia dijo “coño”, y Pepe, el rudo carpintero que hacía de marido se palpó la frente, cuando ambos recibieron la llegada de un rollizo vástago que tenía un par de alas tan hermosas como Pegaso.

martes, noviembre 13, 2007

VENDRÁ LUEGO



Tiemblo cuando él clava su mirada sobre mi,
sin embargo temo que desaparezca,
por eso no quiero dormirme y paso las noches en vela.

Vigilo, escruto, controlo cada movimiento suyo.
Cae la tarde, en pie el silencio,
me relajo y, ya tranquila, duermo.
Cae el silencio, en pie la aurora,
me despierto.

Busco y rebusco bajo la cama, en la cómoda,
en el armario, bajo mis sábanas.
Se ha marchado, soy tan torpe...
Culpable y desesperada, miento: “No se ha ido, vendrá luego...”

Lo siento por Monterroso:
“Cuando desperté, el dinosaurio ya no estaba allí”

domingo, noviembre 11, 2007

TRECE ROSAS


Por fin he visto “Trece Rosas”. Tenía ganas de verla porque había oído contar maravillas acerca de ella, así que me dije “ésta no me la pierdo”.
Me ha defraudado, es todo lo que se me ocurre. Está amena y en ningún momento resulta aburrida, se deja ver, pero la encuentro realmente floja para la enjundia del tema que toca y del libro en el que está basada. Por fragmentos que he leído, creo que es un testimonio bastante duro, y la película me parece que se queda a medio camino. Es una mala adaptación, los diálogos del guión son de lo más pobre y prosaico, con la cantidad de frases sentidas que podrían salir de las bocas de esos protagonistas.
Para nada me ha transmitido sensación de miedo ni de represión real, la encuentro bastante sosa (el tal Gaspar y la Rottenmeier, la directora de la cárcel, parecen sacados de un cómic, y la prisión a veces más recuerda un internado de señoritas que otra cosa). Supongo que el Director (el que hizo "Al otro lado de la cama", si no me he informado mal) no ha querido cargar las tintas para no pasarse de heavy, o tal vez no tiene una gran experiencia en este género. El salto de la comedia al drama, a un drama de estas características, ha supuesto para él un salto mortal, ofreciendo como resultado este “quieroynopuedo” de argumento muy fuerte, eso sí, pero con una puesta en escena bastante ligth. De ver cómo se bordó un asunto parecido en "Silencio Roto" de Armendáriz, o en la premiada "El Laberinto del fauno", no hay color. Tampoco digo que haya que regodearse en escenas morbosas o muy violentas para transmitir la sensación de pánico y de agobio, a veces una sutileza bien traída puede ser mucho más dura. El cine es comunicación audiovisual: aquí faltan sonidos que apoyen los momentos cruciales de tensión dramática, sobran “caralsoles”, hay subtramas mal resueltas, y salvo Pilar Pérez de Ayala, Félix Gómez y Gabriela Pession, el plantel de actores queda inédito, a algunos les ha venido muy grande este film

viernes, noviembre 09, 2007

EL ATASCO


Como todos los días, antes de ir a trabajar, se ocupaba de agrupar y guardar todos sus efectos personales: el pijama, el cepillo de dientes, un bol con comida, el periódico, el MP3, el cuaderno de pasatiempos, la labor de ganchillo y los últimos balances de la empresa. Se echaba la gabardina por encima de los hombros, cogía las llaves del coche, se despedía con un beso de su mujer y los niños y salía disparado hacia el ascensor. Una vez allí, repasaba mentalmente la lista de objetos que había incluido en el maletín.
-No me falta nada- sonreía satisfecho.
Sacaba el vehículo del garaje y, muy ufano y complaciente, se dejaba atrapar un día más por el atasco.

jueves, noviembre 08, 2007

AZUL METILENO


Imagino dos seres en el mar,
imagino dos vidas en el cielo,
dos cuerpos desnudos sobre azul,
el azul de una sábana teñida en metileno.
El más pequeño y el más fuerte de los dos
se da cuenta que está solo y busca
palmo a palmo al compañero.
Es inútil, ya se ha ido.
Bajo la sábana azul,
llorando como un niño,
me transformo en un ovillo.
Y sueño.

martes, noviembre 06, 2007

¡¡BICHOS!!


Le vi venir por la acera a través del espejo retrovisor de mi coche. Parecía que tuviera el baile de San Vito. Se rascaba incesantemente con gran inquietud, entre aspavientos y una especie de espasmos o pequeñas sacudidas. Me llamó la atención su aspecto desesperado, incluso golpeaba todo su cuerpo con un periódico enrollado, como si se estuviera preparando para correr por la calle de la Estafeta delante de un encierro de astados.
Al pasar junto a mi coche me percaté de un detalle: Sobre su hombro izquierdo, cerca de la paletilla, estaban reunidos unos cuantos... ¿bichos? No hubiera podido, así a bote pronto, clasificar semejantes "animalitos" dentro de ninguna categoría ni especie, entomológica o no. De lo que no tuve ninguna duda es que esos pequeños seres debían ser los causantes del prurito y la zozobra de ese hombre. De modo que con el fin de ayudarle, informándole acerca de la existencia de esos huéspedes que adornaban su hombrera como una escarapela, salté del vehículo y me fui en su dirección tratando de darle alcance. El tipo caminaba muy de prisa, casi a brincos, y me costó trabajo pillarle. Cuando estuve pisándole los talones reparé detenidamente en la escena que se desarrollaba sobre su omóplato. Esos bichos eran como unos extraños insectos que tenían tan sólo cuatro patas, pero caminaban erguidos, en bipedestación. Había varios, al menos siete u ocho. Medían aproximadamente unos seis o siete centímetros de altura y estaban desprovistos de alas, aunque sí tenían varias antenas. Cuatro de ellos permanecían sentados -parecían humanos, qué caramba- en torno a una mesa camilla; en cambio los otros tres estaban de pie tras ellos, observando lo que hacían sus colegas sobre la mesa. Me calcé las gafas para ver mejor. No era consciente de ello, pero creo que yo también caminaba a saltos detrás de ese señor, como si tuviera azogue en el cuerpo.
Me quedé patidifuso cuando constaté que lo que hacían esos animalitos no era otra cosa que echar una partida de naipes. Concretamente tenían reunidas en sus manos... cinco, seis...no...¡siete cartas! ¡Estaban jugando al chinchón!! He de reconocer que la partida estaba de lo más interesante; no me extraña que "los mirones" que les acompañaban y animaban de pie, dieran saltitos de júbilo, y le procuraran un desasosiego de semejante calibre al gentil casero que les había prestado su hombro como sala de juegos.
Uno de ellos ya tenía prácticamente formada una escalera de oros: cuatro, cinco, seis, el mono, sota, caballo de oros y el tres de bastos. Le tocaba coger carta. Cuando la levantó, el rey de oros, descubrió gozoso su jugada. Lanzando todas las cartas boca arriba encima de la mesa, y arrojando boca abajo, sobre el mazo, ese inapropiado tres de bastos, dio por finalizada la partida, a la vez que todos -ellos y yo-, gritábamos como un solo hombre, ¡chinchón!
El portador del casino se giró bruscamente al oír mi grito. Confuso, con los ojos muy abiertos, me miró como solicitando una explicación o una disculpa...no sé... algo. Yo me quedé boquiabierto sin articular palabra. En realidad, después de caminar varios minutos tras ese hombre, se me había olvidado lo que tenía que decirle


sábado, noviembre 03, 2007

EL GAS DE LA RISA ( soneto )





Un fulano subía semioculto
tras varias personas en un ascensor,
cuando su intestino, con fuerte dolor,
un retortijón de lo más estulto,
se manifestó en medio del bulto,
metiendo tal bulla que ni un propulsor
hubiera ocasionado tanto estupor,
de haber hecho "pum" en aquel tumulto.
Se apoderó del ambiente una brisa
intensa, que no fragancia de nardo,
jazmín, pachulí ni eau de melisa.
"Coño" me dije "un pedo bastardo",
mas el personal colgó la sonrisa
con el gas chungón que soltó el petardo.

jueves, noviembre 01, 2007

EL INFRAMUNDO TE ESPERA

Él estaba empeñado en lanzarme a través de la oscura sima. Quería olvidarse de mí para siempre, por eso me llevó a empellones hasta el propio borde del abismo:
-El infierno te espera, vamos... ¡salta!-
-Que espere sentado- le dije yo – no pienso bajar ahí...-
Entonces fue cuando me empujó, perdí el equilibrio y la oscuridad me engulló por completo. No se supo nunca más de mí.
Desde ese día estamos los dos sentados aquí abajo tan ricamente. Calculó mal y no se dio cuenta que una mujer enamorada es capaz de cometer cualquier locura por amor, así que ni se enteró que había enlazado mi cintura a la suya con un tenue y delicado hilo de seda, sutil e imperceptible, pero tan resistente como un cable. Ahora nos entretenemos en jugar al mus, y cada uno tenemos un as en la manga aunque ambos nos resistimos a mostrarle, esperamos que el otro lo haga antes. Es tan fuerte el fuego que media entre nosotros, que tememos, si sacamos la carta, que pueda arder.