El día a día es la rutina
que me lleva en tiovivo donde siempre,
gira y gira, vuelve tras sus pasos
y encarrila mis costumbres como ausente.
Por angostos pasadizos
se deslizan oscuras ilusiones de imposibles,
palpando trémulas paredes de papel,
de ésas que se quiebran sólo con tocarlas
y se pudren, verdes, de humedad.
Pisadas fugaces de hombres turbios
se resisten a partir de suelos turbios,
impregnados
de alcohol y de locura,
será por eso que, delirios y quimeras,
se funden con el humo
y se alejan saludando con pañuelos
sobre trenes de juguete,
mientras mi rutina, rulando en un tiovivo,
vuelve siempre, pesada y anodina,
al oír el pitido de un señuelo.