SUTILEZA
Ana Rodríguez (Poeta Bululú)
Llevo siendo usuaria de Facebook ya bastante tiempo,
y es posible que aún no haya aprendido los códigos imperantes -y no escritos-
que rigen esto. Lo cierto es que me sorprende algo que ocurre cuando uno se
lanza a postear, sobre todo, si es sobre temas espinosos, ya saben a qué me
refiero, aunque puede pasar que los ánimos estén tan susceptibles, que se
caldeen por el simple hecho de dar la hora o los buenos días, y te respondan “pues
anda que tú”. Entiendo que quien postea
y crea una publicación en su muro o perfil, es quien lleva la voz cantante y
responsabilidad acerca de dicha publicación. Los comentarios de amigos o
desconocidos que vendrán a continuación, estarán en consonancia –a favor o en
contra- con el tema mostrado, que no “debate propuesto”, no siempre que uno
expresa un pensamiento, imagen, enlace o texto de la índole que sea, lo hace
con el ánimo de ser respondido masivamente, puede que sólo sea un desahogo.
Dicho esto, es verdad que los muros o perfiles o como se llamen, son simples
escaparates, son de dominio público y cualquiera puede opinar. Pero, si el que
crea una publicación, está creando una tendencia o abriendo una brecha en el
sentido que sea, incluso sentido ideológico, y el que viene a comentar, sin
encomendarse a Dios ni al Diablo, entra como elefante en una cacharrería, sin
saber si mata o espanta, es posible que le den el alto, y no por falta de
talante o cintura para aguantar las críticas –que luego van y te dicen que te
aguantes con los comentarios que no te gustan, que para eso es público- . No,
señor, no… el problema no lo tiene el
que ha abierto la cata, el problema lo tienes tú, que, sabiendo de qué va la
cata, entras a provocar, porque a eso es a lo que entras cuando, sin conocer al
dueño de la página, y viendo que lo que escribe es radicalmente contrario a lo
que piensas –y posiblemente también de lo que opinan la mayoría de sus
contertulios-, vas allí, te tiras un pedo ante sus narices y encima dices que huele mal.
Y pongo un ejemplo bien gráfico, si mañana yo acudo a una concentración de VOX, por poner un ejemplo –o de Esquerras o de Batasunos, me da igual… que nadie se pique que es sólo un ejemplo-, y me cuelo en el medio de “Su manifestación” enarbolando banderas o símbolos, cuya naturaleza es radicalmente contraria a la suya, bien… no pasa nada, la calle es libre, pero me expongo a que salgamos por peteneras y me suelten un par de leches -y casi con razón-, porque está claro que entro a PROVOCAR, y lo único que denota por mi parte es un exceso de temeridad o una flagrante falta de luces.
Otro ejemplo, si yo voy a una concentración motera de los llamados Ángeles del Infierno, unos tipos con sobrada fama de ariscos, y entro allí llamándoles “mariquiiiita, mariquiiiita, mariquiiiita…”, todo lo más que puedo esperar es que me pongan mirando a Cuenca y me sacudan hasta en el velo del paladar. Haría falta un poco de sutileza… “oiga, Señor Malencarado, sepa que su moto de usted va dejando un reguero de aceite colosal y nos vamos a matar de un patinazo…” Bueno… eso ya es otra cosa ¿no?
Bromas y ejemplos aparte, puedo decir que nunca he borrado comentario alguno ni he bloqueado a nadie, me gusta que la gente se muestre “en su tinta”, y brille o se descalifique por si sola. Cuando te viene algún/a insolente o maleducado/a, si le borras, le estás haciendo un favor en realidad, ocultando sus carencias o defectos. Todo lo más lejos que he enviado a alguien, cuando se ha puesto impertinente, ha sido a tomar por culo. Es bonito el debate, el intercambio educado de opiniones, con respeto y… sutileza, pero es de primer curso de Prudencia y Discreción saber:
a) dónde
y cómo te metes,
b) no
intentar adoctrinar a alguien –que encima no conoces- que ha mostrado claramente y sin reservas sus ideas,
sentimientos, filias o fobias,
c) asumir
que puede que la respuesta a tu injerencia no sea de tu agrado
d) que
una lectura reflexiva de “El arte de la prudencia” de Baltasar Gracián te sería
muy beneficiosa