viernes, mayo 27, 2011

Se acerca San Juan, Don Juan...

Ayer, conferencia a cargo de Ángela Hernández sobre la vida del poeta y dramaturgo José Zorrilla, en la Sala Narciso Alonso Cortés, dentro de la propia Casa-Museo del escritor. Ángela, posiblemente sea la persona que más sabe de Zorrilla, no sólo en España, tal vez del mundo, toda una erudita, estudiosa e investigadora a la que le faltó el tiempo pero no le sobraron las palabras ni los motivos para acercarnos un poco -o un mucho, según los conocimientos que se tengan- a la vida del insigne romántico
http://www.elnortedecastilla.es/v/20110527/cultura/zorrilla-tuvo-tipica-vida-20110527.html
Por mi parte, había datos que yo ya conocía -de pasada, todo hay que decirlo-, pues me documenté el año pasado con motivo de mi intervención en la fiesta que allí se celebra la noche de San Juan, y que suele girar en torno a la figura del ínclito poeta, tanto es así que la denominan la Noche de Don Juan, con su hoguerita y todo. Este año también estaré allí, la mano tendida ha venido por parte del grupo Popopopo, con quienes compartí espacio y noche sanjuaniega el año pasado, ellos, encargados de llenar de contenido la noche del 23 de junio de este año, han tenido la gentileza de contar conmigo y "contratarme" para que haga algo, lo que quiera, cosas mías... en ello estamos, me gustaría que Juan, su líder, me diese la réplica en algún momento puntual. En ello está.
De regreso, tras la presentación de Ángela por parte de Carlos Retortillo -que no se pasó en elogios, estuvo justo, los que ella merece...-, la conferencia mencionada, y el posterior refrigerio o vinito español en los jardines de la Casa, la vuelta fue amenizada en buena parte por una curiosa y excéntrica mujer, para que veamos... qué bien liga la química con las letras... una profesora de Universidad, entrada en años según confesó, y juro que no lo hizo bajo tortura -como hubiese sido mi caso-, también había disfrutado de la velada, al parecer es buena aficionada a la poesía y demás... bien, pues nos puso la sonrisa en el rostro, una sonrisa sorprendida por ser ella tan sorprendente vaya... qué forma de pasar de un tema a otro, ir, venir... qué agudeza mental, qué mujer más divertida... una mente rápida y nerviosa, tan ágil como el cuerpo de un acróbata, con un punto de chifladura, la necesaria para dar por cálido un atardecer que amenazaba con refrescar.
Y a renglón seguido dejo el ripio, parte del trabajo creativo e interpretativo que hice el año pasado en la Noche de Don Juan, dedicado a Don José -Zorrilla, claro-
En imágenes, mi caracterización romántica del año pasado, y un momento, antes de la actuación, en que compartimos merienda con los chicos de Popopopo, Ángela y Eva Moreno, precisamente en esa sala, la de Narciso Alonso Cortés.



RIPIO SANJUANIEGO


En esta noche de estío, de solsticio sanjuaniego,
me he escapado del burdel donde trabajo
siendo ramera de oficio cada noche y a destajo.
Ignoro cómo he llegado hasta aquí,
he venido dando tumbos en busca de una cantina
para llenar esta tina con un poco de Ribera,
ya saben… canela fina.
Al pasar por la calle la Ceniza y viendo abierta esta puerta,
me he asomado por mirar si se trataba de un bar
donde dispensar pudieran, el vino,
media hogaza de pan y un cuarto de longaniza,
total… que han salido dos fulanos
que estaban medio dormidos dentro de una caseta,
y me han dicho que esta es la casa de un poeta.
Me ha producido estupor y molestias en un músculo abductor,
me ha causado regocijo hasta en el propio entresijo
conocer que se trata de la casa de… ¡Zorrilla!
Pues recuerdo sus frecuentes visitas al burdel,
era el mejor cliente, con él no faltaba nunca
la lisonja, la labia ni el aguardiente, hacía muy buen papel.

A la memoria de Larra me remito para contarles
a ustedes una historia muy curiosa que un día nos ocurrió
justo después de la cena y antes de entrar en faena.
Una noche de san Juan, estando la que suscribe
de guardia en el lupanar, afecta de calentura,
y temiendo por momentos que ya no tuviese cura
y mis huesos fuesen a dar a la misma sepultura,
me preparé un linimento a base de pasionaria y de azucenas silvestres,
en esto que llegó… Pepe, así es como yo le decía
aunque la historia sobre este punto discrepe.
Él, sin mayor miramiento creyó ver ofrecimiento
donde sólo había terapia, y pensó que el cocimiento
era un filtro amoroso que convertía en donjuanes
a feos, listos, necios, tarados o hermosos.

-¡Caramba, qué suerte!- dijo –es lo que yo necesito
para airear mi… talento, y agregar a mi cuenta
de favores otra gran delicatessen, ya he tenido una sirvienta,
una casada infiel, una bruja,
me he tirado hasta a la propia Cenicienta…
sólo me falta una monja que no llegue a los cuarenta.

Tras dejarlo en reposo un rato,
de un solo trago se echó la cataplasma al coleto
y, presto, se dirigió a un convento a seducir a una monja.
La monja que él eligió era hermosa y altanera,
era todo un monumento,
creo que se llamaba Margarita la Tornera.
José, que era un poco calavera y tenía mucho vicio,
se coló en los aposentos por la puerta de servicio.
Más hete aquí qué sorpresa, que la que estaba dentro
no era otra que su esposa que se había dado presa en dicha alcoba,
con un gentil miliciano que no llegaba a general,
para practicar a fondo eso del turismo rural, una cosa natural.
Apenas le quedó tiempo para ocultar bajo el lecho
al capitán antes de que el vate hablase con un tono de voz
a caballo entre rapsoda sentido y marido con agravio:

-Matilde… ¿qué haces aquí?- Preguntóle a la irlandesa,
que era tostada y de Malta, lo mismo que la cerveza.

-¿Y tú, ruín, que trotas por conventos a deshoras, qué se te ha perdido aquí, si no es algún objeto de uso muy personal bajo el hábito secreto de una monja?-

Ella estaba azorada, él se sintió acorralado,
traidor, inconfeso y, no queriendo ser un mártir
sin haber catado de la reverenda el sexo,
inventóse una patraña, una cosa un poco extraña,
hízose pasar por loco, como si tuviese un doble,
y le trató de Alteza, de princesa Doña Luz,
a Matilde la irlandesa.
La atribulada señora casi pica en el anzuelo,
mas viendo asomar por el calzón de Zorrilla
la punta de su… camisa, reconocióle al momento,
y descubriendo el engaño, le dijo:

-Pepe, así te llaman las furcias, qué cruz,
como imites al Tenorio, te veo en el tanatorio
y más tarde en el infierno sin pisar el purgatorio,
porque la monja que buscas tiene novio, es capitán,
y yo, por salvaguardar su hono, lo oculto en mi dormitorio.-

En efecto, de debajo de la cama salió un tipo
bien pintado, con una barba cerrada,
un sombrero de cuatro picos lo menos
y la jaula del calzón medio abrochada,
que a poco deja salir volando el perico.

-Caballero, si la monja es vuestra novia…
aquí hay algo que no entiendo…
¿qué hacíais vos bajo el lecho de Matilde
la irlandesa, que es mi novia?
¡Hablad o callad para siempre!-

Preguntó el poeta con más mosqueo que un toro
cuando le mientan “la fiesta”, esgrimiendo
en el aire como arma estos ripios que hoy les cuento.
El miliciano ni calló ni habló, se dispuso a despachar
la lírica de un plumazo enarbolando un machete,
el puñal del godo era, que tenía semioculto en el paquete.

-¡Pardiez, Capitán Montoya! ¿Cómo iba yo a saber
que llevabais escondido un puñal entre la… capa?-

José saltó a través de la ventana
-temía más que a Dios al filo de una navaja-,
siendo muy poco oportuno, pues la lumbre
de la hoguera de San Juan ya se apagaba
y la noche estaba oscura como un zulo.
Así fue como dio sobre una grupa que él tomó por un caballo:

-Seguro que este jamelgo es el corcel del Rey Sancho-

Eso es lo que pensó y se quedó tan ancho.

Pero ya lo dice el refrán:
Para verdades el tiempo y para justicia Dios.
El rocín no era un caballo, era Sofronia,
una cabra de Sajonia propiedad de la tía Celedonia.
La cabra viéndose sometida a vejaciones,
“vaya horas las de algunos para ejercer su derecho de pernada” dijo,
corneó varias veces al poeta quien, maltrecho y desgarrada la chaqueta,
puso pies en polvorosa calle abajo
mientras me iba dedicando estas palabras:

-Como pille a la ramera que me dio el filtro amoroso aquél,
para tornar en Don Juan lo que es más feo que un oso,
vive Dios y voto a tal que la voy a deslomar cuando regrese al burdel,
que me he quedado sin monja, sin Matilde y sin jubón,
y a punto he estado además de hacer acto de contrición.

Buenas noches, señoras y caballeros,
tras esta disertación yo me piro de esta casa de Zorrilla,
no quisiera ver furioso a alguno de sus fantasmas,
pues me consta que su abuela Nicolasa
anda por estos lares y detesta a las rameras cotillas.

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